Aunque hace una semana
casi que vi la película, el buen recuerdo no se me acaba de ir. Reconozco que fui
con la curiosidad y el entusiasmo de un niño, pues me parecía una película de
estética preciosa e historia interesante. Algo que no suele jugar en favor de
las películas, puesto que los tráilers tienden a mostrar demasiado de las
historias y en ocasiones, lo mejor de la película. Pero debo reconocer que no
me defraudó.
A pesar de lo que pueda pensar uno acerca del Stop
Motion, la película está tan bien lograda que apenas se da cuenta uno de ello.
La mezcla con efectos especiales ayuda a sumergir al espectador en el film,
dando la naturalidad que quizá esta técnica pueda carecer en un principio.
He de confesar, querido lector, que no soy objetivo Kubo
y la historia que cuenta me enamoró. No sólo su estética bien cuidada y la
hermosura de todo el arte, además tiene historia con moraleja. Una historia que
nos habla de esperanza hacia el ser humano. Habla de lealtad, bondad y el amor.
Quizá la película a un público más adulto puede hacerse algo predecible, nada
fuera de lo común en historias infantiles parecidas. No obstante, merece la
pena.
La banda sonora también es preciosa. La película transcurre
despacio, quizá algo lenta, pero sin pausa, pues las buenas historias llevan un
tiempo ser contadas. Todo tiene un porqué. Cada conversación, cada gesto recreado,
cada lucha o cada palabra. En definitiva, una de las mejores películas de
animación de estos últimos años. Una grata sorpresa para acabar un verano que
en cuanto a estrenos de cine se refiere, ha sido bastante nefasto.
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