¿No
lo oyes? Son todas esas risas que se mofan de nosotros. De ti, de mí, de
aquellos que nos acompañan y no me caen bien, y de los que a pesar de no
agradarme su compañía los respeto. Estamos rodeados de payasos burlones cuyo
ego es tan alto que se ciegan a sí mismos con los espejos que se han puesto
delante.
¿Por
qué se lo consientes? Ya me dejaste claro que en esta comitiva tu eres el que
manda y decide, pero como has asumido el absurdo rol de demócrata demagogo
tendrás que escuchar lo que debo de decirte. No me gusta ver como nos humillan.
Como se piensan que somos presa cuando hace tiempo acordaste mezclarte entre
ellos. Pero… sabes tan bien como yo, que no somos así. Te jode lo mismo que a
mí que las personas a las que juraste servir y proteger te vean como alguien
que pueden exprimir y tirar, como un utensilio para conseguir sus fútiles metas.
Sí, me
derrotaste hace años. Es algo que no querías hacer pues te gustaba cuando yo
tomaba el control. Cuando notabas todo el poder, cuando veías de lo que realmente
éramos capaces de conseguir a pesar de los métodos. Pero llegó el amor, y con él,
una fuerza capaz de hacer aquello que ni querías ni sabías que podías hacer.
¿Dónde está hoy ese amor que juraste proteger incluso de ti mismo? ¿De qué
sirvió que limitases todo tu potencial para no eclipsar de forma colateral a
los demás? Deja que te responda. No sirvió de nada. Ese amor está ya en brazos
de otro capaz de doblegarse a sus antojos. Y nos quedamos aquí, con las alas
rotas, caminando entre hormigas que son demasiado cobardes como para emprender
el vuelo.
Ahora
los insectos te miran por encima del hombro. Notan tu cansancio, tus heridas
sin curar y escuchan las voces de todos aquellos que alzamos la voz en contra
de una gestión que se te está quedando grande. Me venciste, ya no hay vuelta
atrás. Ahora todos somos uno por tu obra y gracia. Pero sabes tan bien como yo
cual sería el camino más sencillo para acabar con todo esto. Para recuperar las
alas. Para sobrevolar a todos y que con simplemente estar bajo tu sombra
sientan esa grandeza tan esplendida que provoca temor. Somos muchos, y muy
distantes entre sí, pero todos compartimos la misma meta.
Se ha
roto la mascarada. Quisiste entrar en el baile con la cara descubierta y al final
te pensaste que todos eran tan necios como tu para ir desnudos y sin
protección. ¡Abre los ojos, imbécil! ¿No ves que estás sangrando? Esos gusanos
han conseguido herirte. Es hora de atacar. Somos muchos, estamos contigo. Demuéstrales
que no ibas tan desnudo como se pensaban, que no eres tan débil como ellos
creían. Marca tu territorio y haz saber quien es el cazador definitivo.