lunes, julio 08, 2019

Mascarada rota



            ¿No lo oyes? Son todas esas risas que se mofan de nosotros. De ti, de mí, de aquellos que nos acompañan y no me caen bien, y de los que a pesar de no agradarme su compañía los respeto. Estamos rodeados de payasos burlones cuyo ego es tan alto que se ciegan a sí mismos con los espejos que se han puesto delante.
            ¿Por qué se lo consientes? Ya me dejaste claro que en esta comitiva tu eres el que manda y decide, pero como has asumido el absurdo rol de demócrata demagogo tendrás que escuchar lo que debo de decirte. No me gusta ver como nos humillan. Como se piensan que somos presa cuando hace tiempo acordaste mezclarte entre ellos. Pero… sabes tan bien como yo, que no somos así. Te jode lo mismo que a mí que las personas a las que juraste servir y proteger te vean como alguien que pueden exprimir y tirar, como un utensilio para conseguir sus fútiles metas.
            Sí, me derrotaste hace años. Es algo que no querías hacer pues te gustaba cuando yo tomaba el control. Cuando notabas todo el poder, cuando veías de lo que realmente éramos capaces de conseguir a pesar de los métodos. Pero llegó el amor, y con él, una fuerza capaz de hacer aquello que ni querías ni sabías que podías hacer. ¿Dónde está hoy ese amor que juraste proteger incluso de ti mismo? ¿De qué sirvió que limitases todo tu potencial para no eclipsar de forma colateral a los demás? Deja que te responda. No sirvió de nada. Ese amor está ya en brazos de otro capaz de doblegarse a sus antojos. Y nos quedamos aquí, con las alas rotas, caminando entre hormigas que son demasiado cobardes como para emprender el vuelo.
            Ahora los insectos te miran por encima del hombro. Notan tu cansancio, tus heridas sin curar y escuchan las voces de todos aquellos que alzamos la voz en contra de una gestión que se te está quedando grande. Me venciste, ya no hay vuelta atrás. Ahora todos somos uno por tu obra y gracia. Pero sabes tan bien como yo cual sería el camino más sencillo para acabar con todo esto. Para recuperar las alas. Para sobrevolar a todos y que con simplemente estar bajo tu sombra sientan esa grandeza tan esplendida que provoca temor. Somos muchos, y muy distantes entre sí, pero todos compartimos la misma meta.
            Se ha roto la mascarada. Quisiste entrar en el baile con la cara descubierta y al final te pensaste que todos eran tan necios como tu para ir desnudos y sin protección. ¡Abre los ojos, imbécil! ¿No ves que estás sangrando? Esos gusanos han conseguido herirte. Es hora de atacar. Somos muchos, estamos contigo. Demuéstrales que no ibas tan desnudo como se pensaban, que no eres tan débil como ellos creían. Marca tu territorio y haz saber quien es el cazador definitivo.