domingo, julio 25, 2010

Telaraña

La telaraña vuelve a atraparme. Sus finas hebras de mentiras y falsas promesas hacen que no nos damos cuenta de veneno y la viscosidad de esta.
Estamos oprimidos. Nuestra ambición y ansias de poder hacen que nos enredemos cada vez más. Pero nos gusta. Cada vez que uno de sus hilos nos enrolla pensamos que estamos un paso más cerca de nuestra libertad. Nos sentimos agustos pues creemos que ese peso ejercido por la telaraña se nos hace soportable y por tanto nos hace cada vez más fuertes.
Cuan falso es todo eso. Cada vez que nos revolvemos, cada vez que intentamos mejorar nuestra situación oprimimos con las hebras a los demás. Extendemos, sin darnos cuenta, más y más redes que hacen que los incautos que se nos crucen en nuestro camino caigan a manos de nuestros deseos, de nuestras expectativas y porque no, de nuestras esperanzas. A veces lo llamamos amor, otras negocio pero el fin es el mismo, intentar alcanzar la felicidad por cualquier medio posible.
¿Acaso nadie ve que la felicidad es aquella que se distingue al fondo de la telaraña? ¿No ven que es ella la que tejió todo esto? Así es, la felicidad es aquel ser de multiples patas que tiene aún más ojos y por tanto aquel que tiene múltiples visiones de la realidad. Efectivamente para controlar las telarañas debemos pensar como ella, debemos saber como ve, como nos ve. Pero ella esta lejos y tiene múltiples ojos. Nosotros somos seres racionalmente subjetivos y por tanto no podremos adivinar como piensa aquella que nos domina, aquel que domina nuestras vidas hasta tal punto de atarlas en el intrincado juego de la vida.
¿Qué deberíamos hacer? ¿Revelarnos contra la felicidad? Podría estar bien pero supondría caer de la red hacia lo desconocido. ¿Quedarnos donde estamos? No es la mejor solución, eso desde luego, pero seguramente a nadie le importe pensar en un final feliz para esta historia.
Yo mientras tanto he ido tejiendo mis propios hilos, ¿los notáis alrededor vuestro?