jueves, enero 29, 2015

El capitán del barco

                Es hora de que pongamos las cosas claras entre tú y yo. Pensé que cuando viniste, te comportarías como una persona adulta y responsable. Como alguien con dos dedos de frente que no paga con ponzoña el cariño y la amistad que se le brinda, pero esto se acabó. Se acabó quedarse de manos cruzadas, se acabó el tragar, se acabó la amabilidad excesiva o el dar sin recibir nada a cambio. Todo eso que lo has visto como natural, se acabó. Todos esos privilegios, todas esas cosas que apreciabas, han de terminarse.
                Y es que te crees mejor que yo. Una persona más inteligente, más lista, más capaz. Infalible, eficaz, fuerte y poderosa, pero... te equivocas al pensar que estoy por debajo de ti. Te han fallado tus maravillosos cálculos, te han fallado las matemáticas, la ciencia y la lógica que has aplicado al caso. Has errado, me has subestimado y te prometo que te haré pagar el error. Si has llegado hasta dónde estás, si tienes todo lo que has conseguido, es porque yo lo he consentido. Porque te he dejado creer, inocente criatura, que podías superarme. Te he dejado que te aprovecharas de mi amabilidad, de mi bondad y de mi cariño. Pues todo lo que tienes, todo lo que has cosechado todo este tiempo, lo tienes gracias a mí. Porque antes, sin mí, no hubieras avanzado tanto. No hubieras conseguido la mitad de lo que ahora tienes. Pero las cosas van y vienen, y lo que tan fácilmente te has ganado, tan fácilmente desaparecen. Ya lo decía Maquiavelo, lo fácil no es conquistar, sino conservar lo conquistado. Y debo decirte que... sigo vivo.
                Te equivocaste. Pensaste que podías alcanzar las estrellas del cielo. Pensaste que podrías estar a su altura pero fuiste una persona tan estúpida como para no ver que esas estrellas que tan accesibles se te mostraban sólo eran el reflejo en un charco de agua. Pensaste que el lobo que te acompañaba manso cada paso, jamás podría torcerse en tu contra. Tú, osaste a despertar a un dragón dormido. Es hora de aclararte las cosas y recordarte lo que ambos ya sabíamos. Eres quien eres y estás dónde estás porque así lo he deseado.
                Pero se acabó el insultarme en la cara. Se terminó el tiempo en el que te diriges a mí, dándome consejos, como si fueras una especie de gurú de la ética y la moral. El tiempo en el que te creías alguien, el tiempo en el que pensaste que tenías el control de la nave, se acabó. Te voy a recordar quién está al mando aquí. Te recordaré lo que valgo, lo que has obviado y desde luego, te voy a hacer ver todas aquellas cosas que no has sabido ver durante todo este tiempo. Ya es hora que vuelva a ser el capitán del barco, y acabe con tu pequeño motín de poca monta. Te recordaré lo que es el miedo. El miedo de temer algo que es más fuerte, más listo que tú. Te recordaré todas aquellas voces que sonaban en tu cabeza y que has obviado. Voces que te advertían del peligro que suponía tocarle las narices a alguien como yo. Voces que te decían que yo no era la clase de persona con la que uno debería meterse.
                Soy mejor que tú. En lo bueno y en lo malo. Más amable, más agradable, más entregado. Pero también soy más cruel, más abyecto y muchísimo más egoísta. Soy luz y oscuridad, soy los extremos de la polaridad, soy aquello que amas pero que puedes llegar a odiar. Así que... te sugiero por tu bien que desaparezcas. Huyas lo más rápido que puedan correr tus piernas. Vete con temor de la sombra que puede destruirte. Márchate con el viento a tu espalda de la más terrible de las tempestades. Desvanécete de mi vida. Puedes quedarte, no te voy a negar eso. Puedes quedarte y seguir siendo uno más dentro de esta pequeña embarcación que navega por las aguas de la vida. Quédate pero recuerda tu sitio. Recuerda tu lugar y escucha a las voces de tu cabeza que te advierten del peligro. Pues la próxima vez que te interpongas en mi camino. Te juro que te destruiré de la peor y más cruenta forma que se me ocurra. Y ambos sabemos que tengo una imaginación asombrosa.

                Ahora toca reparar el barco que tu y los tuyos habéis dañado.  Es necesario hacer una pausa para ver si todo lo que me importa dentro de él sigue intacto. Si hay que sanar o remendar lo que tu avaricia ha estropeado. Es tiempo de enjatimar todo y poner un rumbo nuevo. Declarar nuevas metas y volver a la senda que tú, en tu orgullo, hiciste perder. Es hora de volver a ponernos en marcha. Es hora de volver a ser quien éramos. 

Rabia contra la agonía de la luz

No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última quietud lloran por ese brillo
con sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.

" No entrar dócilmente en esa noche inquieta. Poemario de Dylan Thomas"

La belleza de la oscuridad

Camina bella, como la noche 
De climas despejados y de cielos estrellados,
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz 
Resplandece en su aspecto y en sus ojos, 
Enriquecida así por esa tierna luz 
Que el cielo niega al vulgar día. 

Una sombra de más, un rayo de menos,
Hubieran mermado la gracia inefable
Que se agita en cada trenza suya de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro,
Donde dulces pensamientos expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada. 

Y en esa mejilla, y sobre esa frente, 
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los matices que iluminan 
Y hablan de días vividos con felicidad. 
Una mente en paz con todo, 
¡Un corazón con inocente amor!


"Camina bella, como la noche... Poemario de Lord Byron" 

martes, enero 06, 2015

Parte 1 y 2: Inicio y desarrollo del caso

            Me acordaba de aquél caso. ¿Cómo se podía olvidar la gente de las intensas semanas que pasamos con aquel asesino en serie? Realmente fue uno de los casos más intensos de mi vida. Pero creo que he dicho más de la cuenta. Lo sé. Lo veo en tus ojos. ¡Qué desconsiderado! Aún no me he presentado. Soy Andersen W. Ironclaw, aunque todo el mundo me llama Lobo.
            Quizá alguno de vosotros siga sin conocerme, ni saber a que me dedico. Quizá después de contaros la historia alguno acabará marchándose de aquí indignado. Quizá alguno recuerde algo que olvidó hace tiempo o incluso se quede a escuchar el resto de la historia. Pero la verdad es que soy un hombre lobo. O mejor dicho, soy "el" hombre lobo. Sí, habéis escuchado bien. ¿Recordáis la historia que os contaban de pequeño sobre los hombres lobo? ¿Aquellos cuentos infantiles que posteriormente habréis contado en alguna noche oscura, o en algún fuego de campamento? Pues bien, "ese" soy yo. Y al igual que yo, otros muchos personajes que pensabais que solo existían entre líneas de tinta en un arrugado y amarillento papel también son personas de carne y hueso como tú. Todos vivimos en un barrio, más cerca de lo que tú te piensas. En ese barrio hay unas reglas sagradas para no molestaros a vosotros: los humanos. Unas reglas que yo me encargo de hacer cumplir. Y cuando hay problemas... me encargo de solucionarlos.
            Y aquí empieza la historia. Con uno de los mayores problemas que el barrio de las fábulas ha tenido jamás. El caso del descuartizador de la avenida de la Moraleja. 

            Todo comenzó muy temprano, una mañana fría de Diciembre. Yo acababa de arreglarme mis largas melenas color miel.  Parecía que el corte que llevaba se volvía a poner de moda: eran las medias melenas. Y yo tenía especial interés de estar a la última moda. Pero empiezo a divagar otra vez y dudo mucho que andes esperando para escuchar consejos de moda masculina. El caso es que no había tomado ni un café cuando en el busca me apareció un mensaje informándome de un homicidio. El incidente había ocurrido cerca de la avenida principal, en una zona de más o menos lujo en uno de los bloques más elevados del barrio. Yo no me encontraba muy lejos de allí así que me dispuse a ir hacia lugar del crimen.
            Al ir llegando a la zona las calles estaban más alteradas de lo normal. Lo notaba en la piel, cómo quien nota una corriente de aire frío atravesar su vello. Pero al llegar al edificio algo empezó a no cuadrar. Era demasiada gente la congregada en el portal del modesto rascacielos. Con cara de pocos amigos, comencé a apartar a la gente a golpe de empujón, y enseñando la placa. Aunque no hizo falta muchos codazos, parece ser que la fama me perseguirá siempre. Notaba sus miradas de desaprobación mezcladas con la incertidumbre de lo que hubiera podido pasar allí dentro. Al llegar a la puerta salude al portero y subí, repasando toda la información que me llegaba al móvil. Antes de llegar ya sabía quién era la víctima y un escalofrío recorría todo mi cuerpo. La víctima era una mujer joven, de 21 años de edad. Famosa cantante de música pop cuyo single "A drop of poison in my cider" había revolucionado el mercado no hacía mucho. Seguro que a muchos os ha venido a la cabeza el nombre: Melany B. Nieves.
            La cosa no mejoró demasiado al entrar en el piso de la fallecida. Nada más entrar, el reportero local Pep Cricket se abalanzó sobre mí cual ave rapaz a su presa. Sin darme mucho margen de maniobra comenzó a interrogarme cómo si yo hubiera sido el autor de los hecho.
            -Buenos días Comisario Lobo. En realidad no son tan buenos. ¿Qué nos puede decir sobre lo sucedido aquí? ¿Sabe dónde se puede encontrar el responsable de estos hechos? ¿Fue intencionado? ¿Victima pasional de un desencuentro amoroso?
            Gruñí molesto ante el ruido molesto de la estridente voz del periodista. Mirándole desde lo alto y deletreando bien cada una de mis palabras le contesté:  
            -Señor Pep, ¿acaso no me ha visto entrar por esa puerta? ¡Déjeme trabajar tranquilo!
            Le aparté, quizá de una forma algo brusca pero el día empezaba a pintar bastante mal. ¡Y yo seguía sin tomar mi café ni mi donut mañanero! Y todo pintaba que aquella mañana no tendría tiempo para disfrutarlos. La voz del bajito personajillo siguió insistiendo "Acuérdese de su amigo de La Voz del Pueblo cuando sepa algo". Suspiré, intentando no llevarme por mi mal humor. Observé el abarrotado vestíbulo antes de comenzar. Allí se tomaban declaración a todas las personas relacionadas con Nieves que podrían haber tenido relación o no con ella. Rodolfo, el manager, estaba siendo atendido por dos agentes, pues parecía bastante alterado. Sin embargo, sus siete fieles coreógrafos parecían más apenados que otra cosa y solo uno de mis compañeros andaba tomándoles declaración. Esperaba que al mediodía tendrían listo un informe de sus declaraciones. Definitivamente, ese día no olería ni el azúcar glas del Donut.
            Llegué al amplísimo salón de la estancia, dónde sin duda, las ganas de comer se disminuyeron considerablemente. Entendía perfectamente porqué había tan pocos policías allí metidos, y es que la escena del crimen era bastante difícil de ver. Si eres de esos que se les revuelve el estómago con nada aléjate de mi cinco minutos, pues si quiero ser fiel a la verdad de lo que ocurrió en esos oscuros días, debo contar cómo me encontré a Melany. Quizá no haya hecho hincapié en las dimensiones del apartamento de la cantante pero si no tenía toda la planta comprada para ella, quizá la mitad sí que estaba a su nombre. El salón por ejemplo, abarcaba ambos lados del rascacielos, con enormes cristaleras laterales con unas bonitas vistas a la ciudad. Dicho esto, decir que la cantidad de sangre que haría falta para que toda esa habitación oliera a sangre debió ser... toda. Toda la que la pobre chica tenía en su cuerpo. Avancé hacia el tronco del cadáver, acercándome al fotógrafo forense que andaba haciendo las fotos de los restos esparcidos de la chica. Uno de los brazos estaba colocado sobre el teclado abierto del piano, mientras que las piernas parecían escondidas debajo de los sofás como si estuvieran jugando al escondite. Los ojos se me inyectaban de sangren, tornándose amarillos debido a la rabia que todo aquel mal había provocado. Miré al techo, para descubrir que incluso allí había trozos de salpicaduras de sangre. Cerré los ojos, calmándome. No era el momento de sacar a la bestia. Toqué el hombro del forense aún con los ojos cerrados.
            -Vaya, Lobo, no me había dado cuenta de que estuvieras aquí. ¿Se encuentra bien?
            -Si... Una desgracia lo que tenemos que ver hoy agente González.
            El agente González afirmó con la cabeza, dejando la cámara de fotos sobre su pecho. Su tez zaina junto con su alargado bigote daban cuenta de su ascendencia latina. Empezó a moverse señalando todas las partes del cuerpo de la señorita que estaban por la habitación.
            -Ya lo tengo todo Lobo. Parece que la persona que hizo esto solo se sirvió de la fuerza bruta para pertrechar todo esto. Por ahora sólo te puedo decir lo mío y parcialmente. Hasta que no llevemos todo al laboratorio y lo analizaremos no podemos determinar absolutamente nada. La víctima está demasiado malherida cómo para saber la hora de la muerte exacta, pero si te fijas en su rostro, pareció sufrir una paliza antes de todo esto. Creo que quien lo hizo actuó por venganza movido por un odio extremo hacia la pobre señorita Nieves.
            -Aún no podemos presuponer nada González pero quizá tengas razón. Ve rápido a comisaría y dispón de todo lo necesario para llevarte esto de aquí. Cuánto antes analicemos todo, antes cerraremos este trágico caso.
            Pero cuán ciegos estábamos. El caso, no había hecho más que comenzar y yo no tomaría esa mañana ni el café ni el donut que tanto ansiaba.

            A pesar de todo lo sucedido hasta el momento, no podía volver a mi despacho sin antes pasarme por el local regentado por Madame Bleu. Quién iba a decir que aquél edificio de diez plantas se erguiría en pleno centro del barrio para dar lugar a la posada "La Poudre Magique". La fachada del sitio no era nada del otro mundo, a simple vista podía parecer un lugar normal y corriente, como los bloques de edificios que lo rodeaban entre aquellas callejuelas paralelas a la avenida de la Moraleja. También en parte porque si fuera muy obvio los negocios que se movían allí dentro, nos veríamos obligados a actuar y... admitámoslo, apreciábamos el toque especial que daba al barrio el negocio de lady Bleu.
            Mi fama me volvía a preceder una vez más y una de las mujeres que esperaban en el amplio portal del edificio se acercó a mí con una sonrisa como arma.
            - Sargento Lobo... Cuánto tiempo que no le veía por aquí. ¿Viene a echar una canilla al aire?
            La miré de mala gana pues pensaba que allí estaría lejos de las hostilidades que parecía despertar allá donde fuera. Parecía que volvía a equivocarme.
            -Comisario Lobo, si no te importa. Y buenos días para ti también Elaiza. ¿Sabes si está Anya trabajando?
            La mujer torció el rostro y sacó un cigarrillo llevándoselo a aquellos labios llenos de carmín violeta. Buscó un mechero, haciéndose de rogar con la respuesta. Metí la mano al interior de mi chaqueta sacando el mío y encendiéndole el pitillo. A pesar de todo aún le dio tiempo a exhalar una bocanada de humo antes de contestarme. Parecía que no le hacía gracia que fuera a verla.
            -A claro. Se me olvidaba... Si, estará trabajando. Ya sabes el camino, campeón.
            Me adentré en busca de ella. Esa mañana parecía más tranquilo que el habitual ajetreo que solía prevalecer entre las rojas paredes de la mansión Bleu. No obstante la cantidad de personas variopintas que albergaba seguía siendo la misma. Y por desgracia me dio tiempo a observarlas a la mayoría, puesto que algo había bloqueado los sistemas de poleas de los ascensores principales y me tocaría subir andando a verla. Bajé la cabeza y comencé a subir rápido por las escaleras, hasta llegar al último piso. No quería que se me viera o se me reconociera por aquel sitio, no al menos cuando estaba de servicio. Mientras subía vi a una pareja anciana salir de una de las amplias habitaciones, despidiéndose de otra mucho más joven que ellos. Una mujer voluptuosa entraba de la mano de un hombre de color a otra habitación, dos pasillos más hacia delante. Cuando subía por el quinto piso escuché la voz inconfundible del alcalde; ronca, raspante, suplicando un poco más de aquello que le estuvieran sirviendo. Gruñí al recibir posibles imágenes desagradables sobre el alcalde y ascendí más rápido. Un par de hombres musculados se cruzaron bajando las escaleras, mientras que otro personajillo con alargados bigotes golpeaba suavemente con un bastón de madera la puerta número 609. Me pareció recibir la mirada de reconocimiento de un hombre alto y su gemela rubia cuando estaba a punto de llegar al último piso por lo que acabé subiendo al trote. Subir todas aquellas escaleras, sin mi donut matutino me había pasado factura.
            Avancé jadeante por los pasillos buscando su habitación, hasta que algo me agarró el brazo por detrás. Al girarme un hombre calvo, de mediana edad, me miraba con cara de pocos amigos. Lo examiné de arriba abajo, observando los kilos de más que tenía y su mal gusto a la hora de vestir. Pronto subí la mirada al percibir su aliento bebido hablarme.
            -Eh tu, yo que tú me estaría largando de aquí echando ostias. No creo que este sea lugar para ti.
            No sé si fue la forma de decírmelo, o el tono de superioridad que empleó en sugerírmelo de forma tan amable. Pero me giré irguiéndome y poniendo ambos brazos en las paredes del pasillo, con una clara pose inmovilista. Lo miré directamente a los ojos, desafiante. Comenzaba a estar hasta los cojones del día y temía por las cosas que pasarían. Sin mi Donut y ninguneado por un calvo de mierda. La cosa iba de mal en peor.
            -Me temo que no tienes ni puta idea de con quién estás tratando, amigo. -Dije esto último con un retintín especial, saboreando la ironía con la punta de la lengua.- Así que te sugiero que me quites tu sebosa mano de encima si no quieres que le ponga pan de pita y me la coma como Kebap.
            Debí decirlo muy alto porque una voz angelical llegó desde el pasillo.
            - JoseMary. Déjalo. Es cliente mío.
            El gordo me soltó y aproveché para apartar mi brazo de sus grasientas manos, gruñendo en voz baja. Tras echarle una última mirada de reproche, me dirigí hacia dónde había sonado aquella voz tan familiar. Entré por la puerta y la cerré, observándola con una amplia sonrisa. Allí estaba ella, Anya Kozlovka, la mujer más hermosa de aquella ciudad. Aunque era una inmigrante de algún país del Este de Europa, sus rasgos eran igualmente hermosos. En ese momento estaba delante del tocador, alisando su larga melena rubia. Me acerqué a ella por detrás, con cuidado de no pisar aquellos hilos dorados. Estaba contento hasta que miré en el espejo y me crucé con su dura mirada de reproche. Intenté adelantarme, balbuceando sin sentido algo que ni yo mismo había pensado pero aquella mirada fría como el jade consiguió paralizarme.
            -Lobo, estoy harta que te presentes aquí sin avisar. Sin cita previa, como si fueras uno de los VIP de este lugar. ¿Acaso quieres que Madame Bleu vuelva a castigarme? ¿Qué haría yo si me echa del trabajo? ¿Me lo puedes explicar?
            En ese momento se me ocurrieron muchas cosas para responder pero preferí ser prudente pues ninguna de mis respuestas sería de su agrado. Se dio la vuelta y se puso en pié, para mirarme directamente. Se levantó y comenzó a andar hacia mí. Su figura parecía hecha de nieve por el tono de su piel y aquella ropa de cama hacía que perdiera la concentración completamente, evitando así que pudiera defenderme del segundo asalto.
            - ¿Y bien? ¿A qué has venido Lobo? ¿Quieres volver a charlar conmigo durante horas? ¿Me has traído algún otro regalo que quieres que "solo tengas tu, porqué es muy especial"? Tengo una mañana bastante ocupada, ya sabes cómo es el trabajo aquí.
            Suspiré mirándola preocupado.
            - Acaban de matar a una persona cerca de aquí y estaba preocupado por ti.- Hubiera seguido hablando pero vi cómo se cruzaba de brazos así que opté por ahorrar saliva con explicaciones que no llevarían a ninguna parte- Sólo quería que tu... y las chicas tuvierais cuidado por si acaso. -Seguía cruzada de brazos, me imaginaba lo que me iba a decir así que me fui con el rabo entre las piernas- Sólo era eso. Buenos días.
            Me di la vuelta y comencé a andar de espaldas a ella hasta que su voz me paró.
            -Lobo... Yo... Bueno... Ya sabes cuál es mi tarifa.
            Suspiré sacando la cartera, y haciendo cálculos de lo que me estaba costando la advertencia. En aquel momento pensaba que había perdido tiempo y dinero, ambos a partes iguales pero... Jamás pensé que mi instinto había estado en lo correcto y me había cruzado con el asesino en "La Poudre Magique". Cuántas vidas inocentes hubiera salvado si mi instinto hubiera estado más afinado.
            Después de pasar un agradable rato en "La Poudre Magique" volví a la oficina. Parecía que se había formado bastante revuelo con el caso. Más de lo que esperaba. Todos los compañeros estaban atendiendo llamadas de la prensa, de los curiosos y aparte  las llamadas importantes, las de verdad, con otros casos que resolver. Alguno que otro me paró para pedirme detalles escabrosos sobre la víctima, el crimen y los sospechosos. Preguntas que ni quería ni podía contestar. Entré en mi despacho, como si hubiera pasado tras una selva salvaje y hostil. Estaba seguro que había tardado el doble de lo normal por culpa de los curiosos. Pobre Melany, no se merecía tanta mediatización tras su muerte.
            No tuve tiempo de sentarme en mi sillón cuando el teléfono de la oficina sonó, para comunicarme que estaban practicándole la autopsia a la fallecida. Estos tipos eran rápidos, sobre todo el agente González, destinado por los forenses a casos que requerían premura. ¿ Me daría tiempo a tomarme mi café y mi donut? Esperaba que sí. Por lo que cogí mis cosas y me fui a la cafetería que solía ir, regentada por la joven pareja Alemana de los Geschwister. Pedí lo de siempre a Henrietta, que me atendió con su cálida sonrisa de siempre.
            -¿Cuándo piensas cambiar tus hábitos alimentarios? Comisario Lobo con tantos donuts va a acabar usted siendo el agente menos en forma.
            Negué con la cabeza ahogando una sonrisa en mis labios. Miré a mi alrededor, observando que la mujer había conseguido una vez más su propósito de todas las mañanas, llamar la atención de medio bar con sus comentarios jocosos. Por suertes Gerad, su marido, respondió desde la cocina.
            -Déjalo en paz mujer. Es un buen hombre. Ha hecho mucho por nosotros, como venir todas las mañanas a intercambiarnos su dinero por café.
            Tengo que reconocer que hacían buena pareja estos dos personajes. Sonreí a la mujer, y conteste intentando quitar hierro a todo aquel asunto. Ahora casi todo el mundo estaba pendiente de la conversación que estábamos teniendo en la barra del bar y necesitaba que volvieran a meterse en sus asuntos. Ya había tenido mi dosis de protagonismo anteriormente.
            - ¿Qué harías tu si el comisario más guapo de la ciudad se volviera un fondón? ¿A quién le mirarías tu con esos ojitos?
            Cogí el café que me acababa de servir pero no pude ni darle un sorbo debido a que medio bar se rió con la contestación de la mujer, incluido yo.
            - A quién sino, tendría que volver a fijarme en mi marido.
            Un quejido lastimero sonó desde la cocina mientras medio bar seguía riendo la retahíla de reproches que la bávara le hacía a su marido, de las formas en las que debía sorprenderla de forma romántica y la dieta que iba a seguir al finalizar esta semana. La cosa parecía ir para largo, así que aproveché la distracción para darle un sorbo al néctar de los dioses que era aquél liquido marrón. Pero cómo no, la suerte no estaba de mi lado ese día. Un mensaje en el móvil me indicaba que tenía que ir al tanatorio de inmediato, parecía que habían descubierto algo importante y dado la importancia del caso era mejor no filtrar información por los móviles. Suspiré y me levanté, volviendo a llamar la atención de la enfadada camarera. Rápidamente puse mi mejor voz de disculpa, esperando que fuera suficiente para aplacar sus estado de humor.
            -Henri, me tengo que ir. Hoy es un mal día de trabajo. Ponlo a mi cuenta.
            Y sin dar pie a que me pudiera decir nada, salí de allí en dirección a la morgue, esperando no tener que volver a ver los trozos destrozados del cadáver de la pobre cantante.

            Llegué a casa tras un día de locos de duro trabajo. Sin comer ni descansar, teniendo reuniones con superiores, policías, interrogando al círculo cercano de señorita Melany... en fin, lo que se dice un día completo. Pero la recompensa estaba en mi frío apartamento.
            La primera parada fue la nevera. Al abrirla estaba tan vacía cómo la había dejado, con tan solo unas cuantas cervezas en él. Tenía que bajar a comprar en cuanto tuviera algo de tiempo pero siendo comisario eso sucedía pocas veces. Arramplé con una de las codicias enlatadas y me dirigí a mi butaca, gruñendo un poco al ver que Misifú lo había tomado como suyo. Aparté cómo pude al gato siamés del sitio, tumbándome cómodamente después. Misifú no veía con buenos ojos aquello por lo que tras mirarme con desprecio, se levantó dignamente del suelo y se perdió por el piso. Lo siento por él pero no estaba de humor para concederle caprichos. Deposité los expedientes del caso en la mesilla cerca del lugar y me apoderé del mando comenzando en mi ritual nocturno de hacer zapping en aquella caja llena de basura que era la televisión de aquella época. Tras darle el primer sorbo a mi cerveza dejé que una cadena me dijera cuales eran los éxitos musicales principales de la semana, mientras que mis ojos observaban con desgana la documentación del caso. Me detuve en la autopsia. Aún me sorprendía al leerla. Según González cada uno de los miembros amputados de la joven habían sido diseccionados por únicamente por la fuerza bruta. Había cortes por un arma de un filo pequeña y muy larga, pero no eran los causantes del desmembramiento. Parecía más bien que el arma blanca había marcado las partes del cuerpo de la joven que serían arrancadas de cuajo. Miré a la lata de cerveza, ahora vacía, para aplastarla antes de seguir leyendo. El informe de tóxicos no detectaba ninguna sustancia extraña en su organismo. En la recomposición del cuerpo faltaban algunas partes cómo huesos y la mandíbula de la cantante. ¿Qué clase de fetiche podría ser eso para alguien?
            Cerré los ojos y me puse la autopsia en la cara, echando la cabeza hacia atrás. Aún recordaba el último párrafo del informe. Algo que no pude olvidar, algo que temía volver a leer. Cuándo se intentaba determinar la hora de la muerte las aclaraciones de los forenses no daban muchas dudas al respecto: la pobre aún vivía mientras la desmembraban. El corazón volvió a latirme con fuerza presa de la ira que me volvía a recorrer el cuerpo. ¿Qué clase de monstruo le haría eso a alguien? ¿Venganza tal vez? Lo que más me fastidiaba de todo aquello era que debido a la fuerza que parecía tener el agresor, no muchas personas podían ser capaces de hacer aquello, y algunas miradas se habían apresurado a mirarme como posible sospechoso. Yo, que servía al orden y al bien. ¿Acaso no era suficiente lo que hacía por la comunidad? ¿Acaso alguien elije nacer siendo algo en concreto? ¿Somos dueños de lo que somos o acaso somos libres para usar aquello que somos para fines más elevados? No lo entendía. Muchas veces los prejuicios y la falta de comprensión podían conmigo haciendo que cayera en un agujero muy oscuro.
            Y todos esos pensamientos acabaron por rodearme y adueñarse de mi mente, de tal forma que me quedé dormido. Me desperté cuando hoy el tono de llamada de mi teléfono móvil. Endiablados aparatos. Uno de los números de la centralita. Había pasado algo.
            -Comisario Ironclaw al habla.
            Dije intentando no parecer recién despertado.
            -Lobo, vístete, te necesitan en la 56 con la 32.
            Me levanté sobresaltado, aquella era la dirección de " La Poudre Magique". No me dio tiempo a decir nada pues la voz seguía hablando, haciéndome pasar uno de los peores momentos por los que he pasado en mi vida.
            -Ha habido otro homicidio en el burdel.


jueves, enero 01, 2015

Un nuevo año

Hola un año más querido lector.

 Nos volvemos a encontrar un año más en este rincón del pensamiento y la literatura. Este año a diferencia de otros años ni quiero ponerme metas, ni compromisos para con vosotros. Este año tampoco quiero hacer un balance del año que dejamos puesto que mi balance personal no es demasiado alentador. Este año... debe ser diferente. Y fijaros si es diferente que es el primer año que acaba en cinco y no tiene rima obscena. ¿Dónde está el espíritu de año nuevo si no puedes hacer una rima tonta con el número con el cual empiezas el año? Ha sido muy duro para todos aquellos que acostumbramos a felicitar con este tipo de gilipolleces pero bueno, volviendo al tema que nos atañe...

Me gustaría pediros disculpas. Al comenzar el año pasado más o menos por estas fechas os prometí una historia, la cual posteriormente me frustré al descubrir que habían tomado la idea para hacer una cutre serie de televisión. Meses después por circunstancias ajenas acabé borrando la historia de este lugar. Era sin duda una de las historias que más lectores había suscitado en este pequeño espacio. Y comprendo mi error. Os pido perdón a todos. Si ya sabes de que historia te hablo, es que eres uno de los lectores veteranos. Si no... tengo el placer de anunciar que pronto podrás leerla. Y sí, para compensar mi error hago esta única promesa: Subiré terminada el cuento que empecé. Eso sí. No esperéis inmediatez, ni esperéis premura. Me temo que por ahora mi vida personal me ocupa bastante más tiempo que otras ocasiones y lo que tenga que venir, vendrá. No obstante la primera parte de la historia pronto será subida aglomerada y corregida. 

Espero que disfrutéis de unas felices fiestas. 

Un saludo