Quizá
una de las cosas que más me cuesten sea mirar al pasado. Recordar las cosas que
una vez se tuvieron y ya no, las personas que una vez te acompañaron en este
odioso viaje que es la vida y con las que ya no puedes contar con ellos, los
buenos momentos que se fueron o las heridas que te rasgaron una vez la piel. El
cine, la radio, la literatura… hay tantas formas de evadirse y crear recuerdos
que son efímeros. Pero tienen la capacidad asombrosa de poder volver a ellos
una y otra vez. Ver como al final derrotan al malo, muere el padre del
protagonista y empatizar con aquella chica solitaria a la que los demás niños
le hacían burla que desconocía su potencial mágico.
Por
desgracia el ser humano, no puede si no rasgar esos momentos que una vez vivió.
Llega a ser paradójico, ¿no? El tiempo y la memoria acaba torciendo las cosas.
Lo bueno acaba resultando triste y doloroso; lo malo acaba siendo algo que
llega a carecer de la importancia que una vez tuvo; lo doloroso llega a curarse
y fortalecernos haciéndonos más duros para experiencias futuras; lo que una vez
nos hizo felices hoy puede ser aquello capaz de desgarrarte el alma.
Me
cuesta mucho mirar al pasado puesto que no podemos (ni debemos) anclarnos a él.
Quizá sea demasiado exigente conmigo mismo. Nunca me parece suficiente. A veces
eso puede ser un problema ya que, en el momento, te cuesta disfrutar de ello.
¿Será esta fiesta lo suficientemente buena? ¿Lo estaré pasando lo
suficientemente mal? ¿Debería ser esto más intenso de lo que es ahora? El
mecanismo de la mente llega a ser fascinante en ocasiones. Somos tan
destructivos que nos acabamos jodiendo nosotros mismos. Poco a poco, sin darnos
cuenta. Lenta pero inexorablemente.
A
veces no nos damos cuenta de la dualidad de este mundo, de este plano de
existencia. No hay luz sin oscuridad, no hay dolor sin placer. Al igual que nos
destruimos también podemos ser nuestra propia cura. A veces me sorprendo
leyendo cosas de mi yo pasado, recordando, viendo como en ocasiones tengo las
palabras que necesito para salir de un bache o incluso como pueden expresar
algo que siento, pero ya viví de una forma parecida en el pasado. Sé que no es
la primera vez que arremeto contra la esperanza, pero debo de decir que está
muy sobrevalorada. Nos genera unas expectativas tan estúpidas…
Quizá
por eso no hay que mirar al pasado, nos recuerdan cosas que jamás volverán. Los
tipos como yo tampoco debemos mirar al futuro porque mucho de nosotros, ni si
quiera lo tendremos. Lo más sabio es mirar al presente. Vivir el ahora sin
preocuparse del futuro, sin las falsas expectativas de un pasado que nunca
volverá. Luchando simplemente por sobrevivir. Día a día, buscando un sitio
donde sobrevivir pueda llegar a ser hasta placentero.