miércoles, abril 08, 2015

Idolos de madera y marmol



            Con motivo de estas fechas tan señaladas dentro del calendario cristiano me ha surgido esta reflexión. Y es que en verdad el panorama mundial con respecto a las religiones es cuanto menos peliagudo.  Es probable que hable desde mi ignorancia ya que personalmente sigo mis propias creencias, las cuales, no se basan en ningún tipo de creencia ya establecida como podría ser es islamismo, el cristianismo, u otra de las religiones mayoritarias, pero me parece importante llamar la atención sobre ello.
            Desde hace unos años, llevamos sufriendo los extremismos en muchos sectores de la sociedad humana, y la religión no se queda atrás. Ahora Europa, y el mundo en general, está preocupado con la radicalización cada vez más creciente de la religión musulmana y con razón, pues el horizonte que se nos presenta es cuanto menos desalentador: violaciones de los derechos humanos, torturas y barbaries en nombre de un dios, robo del terreno ajeno, destrucción de patrimonio de la humanidad... Lo último es irrumpir en lugares públicos donde se imparte conocimiento para asesinar a sangre fría a la gente que no profesa sus mismas creencias. ¿No es acaso indignante y escalofriante?
            El ser humano es el único animal que tiene la capacidad de aprender de sus errores, o al menos, de los errores que otras generaciones cometieron antes que ellos. Sólo este ser vivo es capaz de almacenar en su haber el conocimiento suficiente para intentar evitar este tipo de inconvenientes pero aun así, sigue cometiéndolas. Si las moscas pudieran aprender que hay una planta que las devora, ¿no creéis que la planta hubiera dejado de atrapar moscas? Y es que el cristianismo hace ya muchos años, enarboló bajo su causa verdaderas barbaridades que a día de hoy se podrían considerar crímenes contra los derechos humanos. ¿No debería ser un motivo más que suficiente para evitar caer en los mismos errores? Si los extremismos tuvieran dos dedos de frente, evitarían incurrir en errores que sus “rivales” morales harían. Pero no sólo en la religión se cometen los mismos errores. Las ideologías también nos demostraron el siglo pasado como se pueden repetir las mismas, perdonar la expresión, mierdas tanto en un bando, como en otro.
            Y es que está claro que no se puede aferrar uno a ídolos o figuras cuya existencia depende exclusivamente de un acto de fe. Pues hay cosas que merecen más esa fe, que la existencia de lo dudable. No nos damos cuenta que hoy en día es el ser humano quien necesita esa fe. Creer en sí mismos, en que podremos sortear y evadir todos los problemas que se nos pongan por delante. ¿Acaso estamos tan ciegos que dirigimos nuestras esperanzas fuera de la fuente de los problemas? ¿No somos capaces de ver que también somos la clave de las soluciones? Sí la raza humana, como especie, creyera más unos en otros. Si hubiera la mitad de respeto que hay por las personas, como lo hay por los ídolos de madera y mármol a los cuales se adoran. Si tuviéramos un poco más de conciencia grupal y no tanto individual, otro gallo cantaría.
            Nos hemos visto envueltos en un punto casi de no retorno. De sospechar que el prójimo nos dañará, nos usará y nos utilizará. Nos hemos vuelto huraños, individualistas. Hemos desatado nuestra vertiente más egoísta y somos capaces de entrar y arrebatar la vida a personas por puro placer. Por antojo, por diferencia de opiniones o incluso por aquello que falsamente algunos denominan amor. Nos volvemos más salvajes, pero no más animales. El león caza solo para saciar su hambre. Una vez saciada, puede beber agua de la misma charca que una gacela sin intentar matarla. En cambio el apetito del ser humano parece ser insaciable. No se roba, o se mata para cubrir ninguna necesidad. Se hace por satisfacer un apetito que es irrefrenable: el de la ambición.
            Cuánto bien haría un poco de confianza, de respeto, y de fe a la humanidad como se puede tener a la escultura de un profeta, a la talla de una virgen o la representación escrita de las palabras de un ser superior. Cada día, gente carente de fe pasa en nuestro lado, esperando impaciente que alguien le del rayo de esperanza que necesita para salir de su mierda personal. Un poco de confianza, de respeto o de fe, para demostrar la valía de cada uno, pues todos podemos ser buenos en algo, para algo o para alguien. Nos infravaloramos, anteponiendo mitificaciones de existencias transensoriales cuando a nuestro lado, nosotros mismos gritamos en silencio en busca de un poco de luz en la oscuridad de nuestros días. Hacer la prueba, abriros un poco a esa persona que ha estado ahí durante un tiempo, pero a la cual has estado ignorando, infravalorando o desconfiando de ella. Ser valientes y apostar por uno de los nuestros. Quién sabe. Quizá lleguéis a sorprenderos para bien, y descubráis el verdadero significado de la fe.