martes, diciembre 30, 2014

La fortaleza de cristal

            Había una vez oculto en un escondite alejado de la tierra de los hombres, otro humano que había huido de su civilización para asentarse y buscar su camino. Había encontrado un rincón lo suficientemente alejado, oscuro y gélido para que pocas personas se molestasen si quiera a pasar por allí.
            En ese oscuro lugar, el humano se sentía cómodo. Rodeado de oscuridad, con el frío como abrigo y la soledad como única compañera, aquel ser humano podía dar rienda suelta a todo su potencial, a todo su poder. Empezó por construir una fortaleza gigantesca formada por hielo, cristal e ingenio. La edificación era gigantesca y abarcaba mucho más de lo que se hubiera podido imaginar en un principio. Tanto, que al final los viajeros que al final se aventuraban a ir por aquellas inhóspitas tierras se quedaban con el recuerdo de la fortaleza y no con el recuerdo del lugar o la persona en sí misma. Gran parte de las personas que visitaban aquellas tierras acababan marchándose aterradas por la estructura, por los muros y defensas, a primera vista infranqueables.
            Y es que el humano había construido bien su escondite usando la consistencia y transparencia del hielo. Usando este material en su estructura defensiva conseguía un efecto de diafanidad y claridad que con otro material no hubiera podido conseguir. Y es que en verdad, a pesar del poder, la magia, el potencial o el ingenio que pudiera poseer había algo que desde pequeño se le había quedado clavado en su interior. Miedo, temor, traición, la experiencia de un puñal clavándose por la espalda, la banalidad de un corazón roto desangrándose, el poder de la sangre, el sabor de una lágrima o el tacto de la falsedad en las máscaras de seda tejida con retazos de mentira y maldad. La lección grabada en su piel en forma de cicatrices no curaría nunca, pues ni su magia, ni su poder ni su ingenio conseguían deshacerse de aquello.
            Y para poder convivir y llevar esa carga impuesta en su cuerpo, el humano construyó todo aquello para poder vivir tranquilo. Sin la sombra de los recuerdos atormentándole. Por ello y para evitar males buscó a conciencia ese lugar al cual se trasladó. Para evitarlo, se edificó todo aquello con esfuerzo y esmero. Pero había algo dado por la ingenuidad  que sólo la edad puede transmitir, algo que la esperanza en su estado más puro consigue, algo que el tiempo y sus defensas consiguieron enterrar. Llegó un tiempo lejano al momento de su llegada allí que el humano olvidó la lección. Se olvidó de la lección marcada en su piel. Mandó al olvido el mero propósito por el cual se encontraba allí.
            Poco a poco, comenzó a poner menos pegas a todos los intrusos que podían, conseguían o invitaba a entrar dentro de su recinto. Le importaba poco, pues sus múltiples espejos le recordaban quien era. Aunque sus espejos estaban estratégicamente colocados, haciendo juegos con la luz y las sombras para que ni los valientes aventureros consiguieran verlo del todo, ni nadie que no estuviera en su posición consiguiera ver todas las proyecciones. Y poco a poco hubo menos hombres por aquel lugar. Muchos se cansaron del frío y se fueron. Otros fueron expulsados por intentar robar esculturas o romper la tal apreciada estructura. El resto se fue cansando al no verse avanzar en aquel laberinto gélido.
            El tiempo fue pasando para todos. La monotonía se había instalado con el paso del tiempo en el lugar. Un lugar que poco a poco se iba deteriorando. El paso del tiempo dejaba su huella, resquebrajando la delicada estructura de hielo. La mano del hombre también tuvo su culpa, como todo aquello su corrupto tacto toca. No le faltó culpa al humano, quien dejó de cuidar su estructura pensando en su arrogancia que era lo suficientemente sólida. No teniendo en cuenta todos estos cambios. Todas estas novedades.
            Además, el humano cada vez sentía más fascinación por los hombres. Sobre todo por los que aún seguían en su estructura de hielo. Por los que habían conseguido avanzar a lo más profundo de su trampa helada. Animado por la curiosidad, alentado por la fascinación, el humano abandonó su guarida, adentrándose en su propia estructura y visitando a los hombres que habían conseguido llegar tan lejos. Entabló relación con algunos, olvidándose de ocultarse tras sus proyecciones. Aprendiendo de las imágenes que les había estado emitiendo. Con el paso del tiempo, el humano acabó cogiendo cariño a unos pocos de estos hombres. Tanto que incluso los protegía. Les mostraba el camino y les libraba de sus propias medidas de seguridad.
            El humano comenzó a aprender nuevas cosas de todos estos hombres. Cosas buenas, cosas malas, cosas que ya conocía y cosas que desconocía. Empezó a nutrirse. A crecer. Mientras que él ofrecía a estos humanos, las claves para moverse sin su guía por aquello que le causaba tanta satisfacción: por su obra arquitectónica. El humano, cegado por todo esto no fue capaz de ver que todo aquel orgullo estaba ya resquebrajado. Que estaba débil. Y aunque se encontraran en la parte más profunda de su fortaleza, aunque hasta allí no hubiera llegado el deterioro de las partes exteriores, las estructuras se habían debilitado también.
            Un día llegó a la zona un hombre, diferente a los demás. Aquél hombre sin pretenderlo, se dio a conocer como un mago. El humano no pudo creer aquello, pues vio en el mago una persona afín a él. Tras conocerse, el mago hizo su primer truco sobre el humano. Y fue nada más tocarse. El humano sintió la magia. Sintió algo que hacía mucho que no había sentido. Sintió fuego. De repente, para el humano, algo nuevo y extraordinario comenzó a calentar su gélido cuerpo. Aquella era magia diferente a la que él poseía. Era algo que ni comprendía, ni entendía. Era algo que la arrogancia y la imprudencia no dejaron frenar a tiempo puesto que el humano se olvidó que incluso el mismo estaba hecho de hielo. Cegado por aquella sensación, embelesado por los conocimientos y las sensaciones que el mago había producido en él, fue a buscarlo. No se dio cuenta que la magia crecía en él, consumiendo su esencia. Cuándo vio al mago pidió conocer y saber más de aquello. El mago receloso ante aquello se negó, pues el mago también había sufrido el poder del humano. El mago había comenzado a notar el frío y el hielo en su interior. El humano, hizo todo lo que pudo para que desvelara el mago sus secretos. Le abrió todas las puertas de su fortaleza. Le mostró parte de su magia y prometió al mago que esperaría lo que hiciera falta pues quería saber y conocer aquello que estaba en su interior.
            Un buen día, el mago no pudo más. Harto de la actitud del humano y receloso de mostrar sus conocimientos, condujo al humano cerca de la habitación donde se encontraban los pilares de la fortaleza del humano. Allí, el mago hizo su truco más espectacular. Bocanadas de fuego invadieron la estancia. Llamaradas rojas comenzaron a envolver al mago, mientras que el humano, solo podía observarlo todo asombrado y embrujado. El humano notaba como la magia del hombre se hacía más fuerte. No sólo a su alrededor, sino que también en su interior. Una de las serpientes de fuego convocadas por el hombre rozó una de las columnas de hielo, deshaciéndose al instante en vapor negro y humedad. Fue entonces cuando ambos lo notaron. Fue entonces como todo el edificio comenzó a venirse abajó. El mago siguió escupiendo llamas, salvándose de las gélidas estructuras resquebrajadas, las cuales se evaporaban con el contacto ardiente del mago. El humano no corrió la misma suerte. Quemado y sepultado ante su propia creación pereció ante todo aquello que una vez había amado.
            Cuándo el humano volvió a la vida, se encontró enmarañado ante su propia creación, ya inservible. Intentó incorporarse a pesar del peso de los bloques de hielo a su alrededor. Cuándo al fin pudo ponerse en pié sin tambalearse. Vio y observó todo aquel desastre. Aquel lugar dónde había vivido, todo aquello que se había esforzado en erigir, todo aquello que tanto le había costado tener se había perdido. Había perdido mucho más que su edificio, había perdido las personas que se habían estado resguardando en él. Y el humano comenzó a tener miedo. Y el humano fue abrazado por la sombra del terror.
            El humano corrió, huyó del horror sin descanso. Sin preocuparse de su bienestar, ni de su creación, ni de aquello que una vez había querido. Solo huyó, presa del pánico que solo la desesperación es capaz de mostrar. Huyó hasta que en su huida tropezó, resbalándose por una llanura oscura. Fue entonces, cuando estaba en el fondo de la llanura al lado de un negro lago, al amparo de la noche cuando el humano dejó de huir.

            Herido, sangrando, quemado, magullado, lastimado, atemorizado, moribundo, consiguió tambaleante acercarse al lago. Lo miró, primero fijándose en las luces del cielo, los únicos puntos iluminados de aquel espectral paraje. Pero luego dirigió su mirada y su atención a su reflejo. A su persona. Al ver su propio reflejo en aquellas circunstancias una luz se encendió dentro de él. Algo que siempre debió estar allí, algo que nunca debió marcharse. Fue entonces cuando el humano recordó lo que una vez se había permitido olvidar. 

martes, noviembre 25, 2014

Reducción a la oscuridad

Quizá todo se resuma a eso.  Oscuridad. Lo único predominante en el universo. La fuerza más grande e insaciable que rige las vidas de nosotros, los mortales. Algo tan fuerte y potente que está en cada átomo, cada molécula de todos los seres vivos. Es aquello que nos empuja a hacer todo aquello que por naturaleza nos han programado. Todo lo que el ser humano considera como malo está empujado por una presión incontrolable que surge de cada individuo: matar, herir, traicionar, mentir, depredar, humillar, mutilar y extinguir. Todas ellas cualidades que se pueden encontrar dentro de la oscuridad.
            Es cierto que últimamente la oscuridad se ha hecho más fuerte. Cada vez las luces que nos señalan el camino son cada vez más efímeras, como aquellas que iluminan las noches humanas. Nos movemos por luces artificiales ante una predominante oscuridad. Y muchas veces nos creemos que esas luces son de verdad. Muchas veces intentamos emular a Ícaro sin recordar el final de su historia. Muchas veces no somos más que polillas, reducidas a polvo al alcanzar aquello que anhelamos.
            No hace mucho una buena amiga me dijo que no merece la pena sacrificio alguno por la colectividad. Qué la humanidad está condenada al fracaso, a la extinción, presa de su propia oscuridad. No quise creerla. No quise rendirme. Busqué, peleé para encontrar una solución al problema que se nos había planteado. Pero a día de hoy me doy cuenta de lo sabio de sus palabras. A día de hoy, soy receloso de seguir esa causa perdida.
            Cada vez más me cuesta resistirme a las tentadoras ofertas del lado oscuro. Mi instinto animal quiere dejar de estar domesticado. Clama libertad en la cárcel que yo le autoimpuse. Todo aquel castillo hermoso basado en sueños e ideales, que servía para encerrar aquello que temía, tiembla, como si de naipes estuviera hecho, ante la llamada del instinto más básico de mi humanidad. El instinto de oscuridad. Y cada vez tengo más ganas de abrir la puerta y dejar que todo sea destruido.
            Siento que aquello que creé se me quedó grande. La grandeza conlleva soledad. Y muchas veces la soledad hace escuchar los ecos de fantasmas del pasado, atormentándote por todo aquello que hiciste o dejaste de hacer. Soy consciente que llevo un camino de perdición. Hasta hace poco, no me disgustaba ir a contracorriente en aquello que pensaba justo. Aunque muchas veces el camino de la justicia es el camino de los perdedores, de las causas perdidas. Creo que quizá, va siendo hora de ponerse en el camino ganador por una vez. Es hora de demostrar por qué antes se era temido. De recordar por qué prefieres amansar a la bestia de tu interior antes que dejarla suelta.

            Quizá vaya siendo hora de asumir el papel que se me fue otorgado y dejar de luchar contra el destino una y otra vez. Quizá vaya siendo hora de consagrarse a la oscuridad, cerrar los ojos, y dejarse caer en las corrientes del tiempo. Quizá haya llegado la hora. 

viernes, octubre 24, 2014

Prueba de nuevo

            Patético mortal. Otra vez tu arrogancia vuelve a traerte a mí. ¿Cuándo dejarás de creer en los de tu raza? Sí, sabes que sí. Te incluyo dentro del paquete. ¿Te crees mejor? ¿Especial? ¿Qué has hecho para merecértelo? No... Hace tiempo que me rechazaste. ¿Recuerdas? Pensabas que podrías hacer frente tu solo. Pensabas que podrías beber de mí, que podrías aprender de mi forma de ser. Pero no es así. Cada vez vienes más apaleado, más hundido. ¿Sabes que estás al límite de que no me intereses? Sí, no pongas esa cara de circunstancia. Antes eras fuerte, decidido. Tenías cualidades que me interesaban a pesar de tus múltiples defectos. Pero en cambio ahora... ¿Qué tenemos aquí? ¿Un montón de trozos rotos? ¿Carne que apenas puede caminar sin dolor? ¿Una conciencia demasiado atormentada? Por favor, me decepcionas. Hasta yo tengo mi límite. Y estás muy cerca de alcanzarlo. Quizá por eso estés aquí, a las puertas de lo que fue mi tumba, esperando que regrese para salvarte. Patético y estúpido mortal. Intentaste matarme. Me venciste y me enterraste en lo más profundo de tu conciencia creyendo que podrías nutrirte de mí. Qué me podrías usar a tu antojo. Cuán errado estabas en tus pensamientos. Me das lástima. Me das pena. ¿Dónde está aquella persona que me derrotó? ¿Dónde está mi némesis, el ejecutor de mi condena? Te lo diré por si lo dudas: Roto. Está roto, atrapado en los añicos dispersos de un alma condenada. Perdido en un mar de oscuridad del que hace tiempo que perdió el norte. ¿Y sabes que te digo? ¡Qué me encanta! Jajajaja. ¿Pensabas que me iba a apenar de tu sufrimiento? ¿Pensabas que te iba a ayudar en tu dolor? No viejo amigo, no. Ambos nos conocemos. Y sabemos que si esto sigue así, la batalla se tornará a mi favor. ¡Sigue nutriéndote de oscuridad! Sigue tu dieta equilibrada de penas, agonías, problemas y sueños rotos. Sigue. Cuando te quieras dar cuenta estarás ahogado en el mar de lo más oscuro de tu ser, bebiendo todas esas cosas negativas que has acumulado. ¿Piensas que sobrevivirás a este año? Jajajaja, bobo iluso. Tragarás ponzoña hasta que mueras. ¿Y sabes que pasará entonces? No te necesitaré para regresar a la vida. Cuando mueras YO ocuparé tu reinado. Y créeme. No tendré piedad. Dirigiré tu vida como hace tiempo debiste encararla: con crueldad, con odio, apoyándote en la venganza. Todos esos sentimientos que evitas, son los que te dan poder. Los que te harán más fuerte. ¿Acaso no querías aprender de mí? No tuerzas el gesto, ¡no apartes la mirada! Y aprende. Aprende de una puta vez. Deja de pensar en cuentos de hadas, en la religión de los necios donde el esfuerzo, el amor o la amistad pueden salvar a un alma condenada como la tuya. Aprende que sin mí tú no eres nada. ¿Sigues pensando que puedes cambiar tu destino? ¿Crees que puedes evitar tu caída mucho más tiempo? Adelante, prueba otra vez. Pues no te doy ni 24 meses para que los pocos trozos salvables de ti acaben siendo pisoteados y destruidos. Y entonces estaré yo ahí, para aprovecharme de la carroña. Ahí estaré yo para transformar en gélido y mortífero cristal lo que una vez fue el reflejo del vidrio brillante de las historias para niños que leías de los humanos. Pero olvidaste una cosa con los años. Los cuentos, cuentos son. No eres un héroe, no ayudas a nadie. No puedes salvarlos a todos. De hecho, ni si quiera serás capaz de salvarte de ti mismo. Muajajajaja. Hasta la vista... perdedor. 

lunes, octubre 13, 2014

Queridos lectores

                   Siento mucho que el compromiso que tomé con vosotros a principios de año haya sido vulnerado. Pero dejar que os explique. He pasado una mala época en estos últimos meses. He pasado de tener mil ideas, a que todas se escapen de mi mente. De tener la ilusión de hacer algo grande, a que eso se haya esfumado como las hojas en otoño. Y mi salud ha empeorado. Este mismo verano he sido operado con desastroso resultado. Ahora vuelvo a la rutina de las clases y el tiempo escasea entre mis manos pero que sepáis que no os he olvidado. Sigo escribiendo con lo poco que me queda, pues las ganas de escribir no me las quitará nadie ni nada. Sigo buscando concursos y presentándome a ellos. También eso es la respuesta del porqué el cuento del detective hombre lobo ha desaparecido de aquí. He pensado que podía completarlo y creo que lo haré. Si llega a suceder os prometo que lo subiré entero y finalizado, pues no soy quien de privaros de un regalo que os hice
.              No todo ha sido excesivamente malo. He recibido la visita de amigos que están fuera, y he tenido el placer de viajar a San Sebastián para participar en el festival de cine como parte de uno de los jurados. He conocido a buena gente, y he disfrutado del poco tiempo del que he dispuesto. Por tanto, aunque la balanza esté más inclinada hacía un lado, no todo ha sido en vano. 
               Espero que a vosotros os haya ido mejor. Un fuerte abrazo y hasta la próxima vez que nos leamos. 

En la oscuridad

            Sólo en ciertas ocasiones somos conscientes de la oscuridad absurda que nos rodea. Nos atrapa y arrastra, nos golpea contra muchas cosas que ni si quiera vemos venir: No sabemos cuando seremos presa de nuestros miedos, cuando nos abordaran nuestras inquietudes, fantasías, inseguridades, sueños... ni tampoco cuando daremos rienda suelta a nuestras pasiones más profundas. Estamos tan ciegos que casi siempre ni vemos venir los golpes que nos da la vida.
           Y es que en este mar de oscuridad estamos solos. Solos y a la deriva, intentando buscar las pequeñas luces que nuestros faros individuales proyectan: sueños, esperanzas, planes de futuro... buscamos una isla del tesoro, aquella tierra prometida que sólo se encuentra en lo más profundo de nuestra mente, sin darnos cuenta que avanzamos sin rumbo fijo. Sin dirección, a merced del viento, a voluntad de las mareas y confiando en que el bote que intentamos gobernar pero del cual depende nuestra vida. Vivimos en un mar salvaje, confuso, donde nos cuesta distinguir el norte del sur, donde las noches sin estrellas gobiernan sobre nuestras cabezas y el tiempo, enrarecido nos engaña como espejismos en el desierto.
          Es en medio de todo este caos que nosotros, ilusos y ciegos ante la verdad, nos creemos con poder de decisión de nuestros actos, de nuestra vida. Apenas somos señores de nuestras acciones, presas muchas veces por pasiones y sentimientos ocultos de nuestro lado animal, que nos creemos tan altivos como para predecir el rumbo de nuestra vida. Somos tan arrogantes que creamos el concepto del tiempo, que pensamos que la vida gira entorno al espacio en el que nos movemos, y al tiempo que creamos. Cuándo la realidad, es bien distinta.
         Y es que no nos damos cuenta que estamos solos. Completamente solos rodeados de oscuridad. Sumergidos en un mar del que pensamos que podemos nadar. Vemos a nuestro alrededor, y a pesar de haber otros como nosotros, nos sentimos solos, abandonados a la deriva, obligados a cooperar siendo presas de nuestro egoísmo, del afán del hombre por dominar y destruir todo aquello que lo rodea, incluido a sus propios hermanos.En verdad no nos damos cuenta que el entorno es hostil de por sí. Que ya se encarga de destruirnos, que no necesitamos pelearnos entre nosotros para acabar con nuestra existencia. Pero quizá debiera ser el entorno el que debería darse cuenta que no debe ponernos demasiadas pruebas, a fin de cuenta somos presas de nuestra propia existencia. Y es así como seguimos remando en busca de algo que no existe más allá de nuestra propia imaginación.

domingo, agosto 31, 2014

Sobre los sacrificios

Es curioso cómo sin darnos cuenta, somos espectadores de la maldad y la crueldad  con la que funciona el mundo.  A estas alturas de la vida, nadie pone en duda que el mundo no está compuesto por personas buenas o malas. El mundo está compuesto por personas grises, y cada tono de gris es lo que nos hace diferente, pues puede haber grises parecidos, pero no iguales. Es el mundo, las circunstancias, y en menos medida nuestras propias decisiones, los que nos llevan a esas tonalidades de gris. A ser buenos o malos. Una persona "buena" puede cometer actos malos y una persona "mala" buenos. Es el destino, la vida, las circunstancias lo que mueve a la sociedad. A la vida en general.
            Miremos un poco conceptos primarios que tenemos en el ser humano. El concepto de héroe, por ejemplo. Se categoriza de héroes a personas que suelen haber hecho algo que les ha costado la vida. A sus buenas acciones en vida puede que nadie les haya prestado atención pero parece que el paso de la muerte las elevan y le convierten a ellos en héroes. Un bombero, un policía, un soldado que no haya muerto protegiendo a los demás no tiene esa categoría nunca. Un médico que salva vidas puede ser un médico nefasto e imprudente si no consigue salvar la vida de uno de sus pacientes. En cambio, si el médico se suicidara para que su paciente pudiera salvar la vida, sería un héroe. Por el contrario, el concepto de villano parece algo extinto. Difuminado en el tiempo y la fantasía. Pues esas personas que antes se llamaban villanos son las que hoy en día gobiernan con engaños y otros subterfugios, robando y aprovechándose de toda la gente que un día confiaron en ellos.
            Para más señas de que el mundo es un lugar hostil podemos ver el tema de los sacrificios. El mundo exige sacrificios. Sacrificios que suelen ser hecho por personas justas y buenas para que otras menos dignas puedan seguir con su vida. Y no hablo sólo de sacrificios en su máxima expresión, donde un individuo pierde la vida. También es un sacrificio hacer algo que no quieres para beneficiar a otro. ¿Cuántas personas se sacrifican a diario en trabajos que no les llenan para dar de comer a su familia? El mundo exige esos sentimientos positivos para satisfacer y contrarrestar sus propias ansias de maldad. Karma, lo llamarían algunos. En dónde el destino pone lo malo y nosotros acabamos poniendo lo bueno. Pocas personas conozco que les haya venido todo dado. Normalmente la historia es la misma, persona triunfadora que llega a donde está con esfuerzo, trabajo y sacrificio. Es verdad que a veces el momento adecuado, el lugar correcto y la suerte ayudan. Pero sólo con eso no te mantienes. Sin talento, ni trabajo duro la suerte, el momento y el lugar de poco importan.

            Está claro que en la vida no puedes salvar a todas las personas. Ni si quiera a aquellas que has cogido más aprecio. La vida es dura y te da a siempre a elegir cosas contradictorias y excluyentes. Si intentas salvarlos a todos, acabas fallándote a ti mismo, y eso implica perderte por caminos de los que quizá jamás vuelvas. En cambio si consigues salvarte primero, puedas salvar a alguno más con ese tiempo extra que le has ganado a la vida. Es una lección cruel, que he aprendido por las malas no hace mucho. Pero si aún así estas pensando en sacrificarte. En pasar a ser un héroe ánimo, piensa bien si tu sacrificio va a merecer la pena. 

miércoles, julio 30, 2014

Cereales

Era un día cualquiera en la vida del cereal transgénico criado en la cara oculta de Marte. Dónde los marcianos correteaban entre los cultivos, desnudos, verdes y hermosos. Los animales mataban salvajemente y el cereal crecía sin tener en cuenta las cosas que ocurrían en él.
            Trix-32R era lo que se podría llamar en la tierra simple y vulgar trigo. Pero en la cara oculta del plante rojo no todo es tan vulgar como en la tierra. El Trix-32R junto con sus hermanos transgénico Trix-33R y las porciones Trix-34R y Trix 34T habían hecho estragos en los ricos nitratos del suelo de Marte, cogiendo así diversas cualidades un tanto insólitas. Por ejemplo el Trix-33R cuando veía alguna de las lunas que orbitaban en Saturno comenzaba a cantarles baladas de amor. Los Trix-34 hacían partidas de poker clandestino, desnudando en ocasiones, a los incautos que se atrevían a apostarse algo con un cereal. Por todas estas cosas, y por las que hemos decidido omitir, los encargados de la plantación decidieron que había llegado la hora de recoger los frutos. Los cereales, claro está, tenían una opinión muy diferente al respecto. Opusieron una feroz resistencia. El primero en caer fue Trix-33R. A causa de su extraño gusto por las lunas de Santurno, en mitad de una pelea con los agricultores no pudo evitar recitar unos versos a Helena y Dione, que brillaban esa noche en el cielo del planeta rojo. Los Trix-34 mataron a unos cuantos, sobornaron a otros con lo que habían sacado de las partidas de poker, antes de que les llegara su turno. Y así, todos y cada uno de los Trix fueron ejecutados y elaborados en ricos y nutritivos cereales de desayuno.
            La historia que contamos a continuación es la historia de uno de estos Trix, convertido y envasado en cereal de desayuno, el cual desarrolló conciencia propia dentro de su caja. La cual... por circunstancias y errores marcianos... fue a parar a un pequeño supermercado de una localidad española. El Trix en cuestión era el llamado Trix-32R, cuya habilidad adquirida durante su fase de cultivo fue el teletransporte. Pero volvemos al supermercado de origen alemán dónde una mañana cualquiera una chica pequeña y su madre compraban despreocupadamente la comida del mes. Moratoria de ojos azules como el mar y cabellos claros cual brillo solar, tiraba despreocupada de su madre Anabel echando en el carro todo lo que veía interesante: Galletas cubiertas de chocolate, aquel cacao del conejo psicópata, la leche de aquella vaca con la sonrisa extremadamente amplia y cómo no amigos míos... la caja donde ahora residía Trix-32R. Por supuesto Trix era lo suficientemente inteligente como para no dar señales visibles de su inteligencia superior. Se hizo pasar por comida de aquellos alienígenas terrícolas. Le manosearon, agitaron, y le metieron en un cajón oscuro con otros alimentos inferiores. En definitiva, le humillaron más de lo que le habían hecho aquella gente que mataron a sus hermanos 33 y los gemelos 34. Y eso lo pagarían.
            Espero paciente hasta que no percibió actividad humana relevante. Y entonces, empezó su operación. Salió de aquel antro muerto que llamaban cajón y se dirigió rápido al salón. Dónde Adolfo, la cabeza familiar, dormía mientras en la televisión echaban un combate de boxeo. Trix-32R abrió su caja y dejó escapar sus ricos y jugosos copos introduciéndolos despacio en los labios grasientos de Adolfo. Notó, como se los comía, como parte de él empezaba a formar parte de la de aquel humano. Consiguió colarse en su riego sanguíneo y... cambiar sus recuerdos. Pero algo no salió como el Trix esperaba. Anabel entró al salón, con un camisón de dormir y ahogó un grito al verle colarse en el sistema nervioso de su marido. Trix-32R resonó como lo haría una puerta oxidada ante una ráfaga de viento, destruyendo su envoltorio y neutralizando la amenaza improvisada.
            Moratoria se despertó a la mañana siguiente y saludo alegre a sus padres, que estaban desayunando tranquilamente en la mesita redonda del salón. La pequeña buscó los cereales una vez tuvo hecho su bol con leche pero no los encontró.
            -Mamá, ¿Dónde están los cereales?
            -¿Qué cereales cielo?
            -Los que compramos ayer
            -Ayer no compramos cereales cariño
            -Pero si yo...
            -No cielo, no te equivoques, ayer no compramos cereales.

            Un brillo de inteligencia maligna ajena  paso fugaz por los ojos de la madre antes de seguir desayunando tranquilamente. 

jueves, junio 19, 2014

Yrian

        Alto, corpulento y hermoso. Yrian solo era otro guerrero más dentro de la hermandad dónde se encontraba. Era época de saqueos y el Jarl había propuesto volver a saquear los pueblos cristianos de la costa este. Hacía dos estaciones que el pueblo de Yrian había sido liderado por ese mismo Jarl y habían obtenido un gran botín. Todo auguraba que sería de la misma forma. Entrarían, arrasarían con las débiles creencias cristianas, tomando y poseyendo todo lo que se les antojasen. Comida, oro, mujeres... todo lo que se pusiera por delante. Ellos eran vikingos, los hijos de Midgard. Vivían, luchaban y morían para que las valquirias pudieran acoger sus almas en el más allá, al lado del padre Odín. Y aquellos saqueos sería un motivo más morder una de las manzanas de Idunn y elevarlos como a dioses.
        Pero no contaban con la cobardía cristiana. Los pueblos costeros que habían saqueado, ahora estaban escondidos por sólidos muros de madera desde donde se veían fácilmente sus drakkars.  Podían defenderse con aquellas armas a distancia que lanzaban saetas y de las cuales, no dependían por el valor o la fuerza, lo que determinaba el desenlace era mera suerte. Aquella incursión fue desastrosa, muchos de sus hermanos de armas perdieron la vida y el propio Yrian fue herido por una saeta, cerca del corazón. El curandero del Jarl cuando pudo atenderle le dijo que no podía hacer nada por él. Las armas cristianas no mataban directamente, sino que provocaban infecciones que no se podían tratar con los medios de los que disponían en esos momentos. Sin hiervas, ni otros expertos druidas, el curandero del Jarl no podía hacer nada por Yrian.
        Para él, aquello era una deshonra. Un ultraje a su honor. Las valquirias no acogerían su alma ni lo elevarían al Valhala por no haber caído en combate de forma rigurosa. De vuelta a la aldea, no era la herida lo que más le dolía a Yrian, si no su honor y su gloria arrebatada. El nórdico guerrero cada vez estaba más consumido por su herida. Su mujer Hervör, lo miraba con preocupación y pena cada día que pasaba, viendo a su marido más muerto que vivo. Una mañana uno de los sacerdotes de Odín le sugirió que aún si sufría, si aún la infección de la herida no había acabado con él, entonces seguía luchando en la batalla contra los cristianos. Yrian sonrió, podría ascender con los dioses.
        Aquél mismo día, preparó todo, dejando que sus hermanos le hicieran la embarcación. Él por su parte, se limpió el cuerpo, incluida la sucia herida de la flecha. Se despojó de toda la ropa y fue saludando uno a uno a sus hermanos de armas, antes de subirse al Drakkar, donde su mujer le estaba esperando. La herida había vuelto a supurar cuando la embarcación comenzó a flotar sobre las aguas del lago, alejándose del que un día había sido su hogar. Observó todo lo que tenía a su alrededor, sus pertenencias. Su vista se fue posando por todas las cosas que habían tenido algún valor para él. El abrigo de pieles que su padre le regaló cuando marchó del poblado donde se crió. Los cálices de oro con incrustaciones que había conseguido en una de las incursiones que había hecho con el anterior Jarl. A su hermosa mujer, que atenta, limpiaba su herida con dedicación. Sonrió antes de besarla, y decirle lo mucho que la quería. Observó con cariño las armas que le habían acompañado en innumerables batallas. Agarró una de ellas y se puso en pie. Se colocó dando la cara a la orilla donde el pueblo los observaba expectantes. Alzó una de sus hachas y profirió un rugido de batalla que hubiera hecho encoger de miedo a cualquiera de sus enemigos.
        Al instante, una salva de flechas de fuego comenzaron a surcar los cielos en busca de Yrian. La mayoría fallaron, algunas, prendieron fuego en la madera de la nave y una se clavó en su hombro. El vikingo, no sintió dolor, o pena, o tristeza. Su cara mostraba otra cosa. Alegría. Pronto estaría bebiendo hidromiel con los dioses y sus hermanos caídos. Alzó de nuevo su hacha, y volvió a hacer la señal, para que una lluvia de flechas cubrió el cielo con el rojo del fuego, impactando de forma más certera en su objetivo. El rugido de Yrian volvió a sonar una tercera vez, hasta que el fuego purificador ahogo sus grito. El guerrero al fin pudo descansar en paz.

        

lunes, junio 09, 2014

La república de los necios

Son tiempos extraños los que nos ha tocado vivir. En esta época dónde absolutamente cualquier cosa podría pasar pero hoy me gustaría hablar sobre el debate abierto... o reabierto en España sobre la monarquía, la república o cualquier otro tipo de estado de Gobierno.
            Hay muchas voces que claman argumentos a favor o en contra de lo que debería pasar en el país. Manifestaciones exigiendo referéndums, consultas virtuales, apoyos y debates en televisión sobre unos y otros, actos de censura y otras formas de controlar que el pueblo esté demasiado agitado. Si me preguntaran a mí... sinceramente, diría que es todo una completa gilipollez.
            Y no es que tenga una opinión al respecto. Pienso que los sistemas monárquicos son cosa de un pasado de represión y el mero hecho de estar con una figura anclada en el pasado nos impide avanzar hacia el futuro. No tengo muy claro el sistema de gobierno que se debería implantar pues actualmente creo que ninguno es bueno del todo. Cómo diría Platón quizá la república sería el sistema menos malo de todos, pero los filósofos griegos se tirarían de los pelos al ver lo maleada que está la política actual. Y es cierto que en la época clásica había verdaderos tiranos gobernando sobre el pueblo, como por ejemplo Nerón en Roma, Calipo de Siracusa y demás. Pero aún así, sabían el poder que tenía el pueblo. El pueblo sabía el poder que tenían y la clase política estaba comprometida, o solía estarlo en su mayoría, por mejorar el bienestar de sus ciudadanos. Por hacerse un hueco en la historia con sus actos y aclamado así por sus compatriotas.  Y así llegan a nuestros días nombres como Julio César, o Pericles. Hombres que fueron más que políticos. Que cambiaron el rumbo de sus respectivos países y los hicieron lucir un poco más fuertes.
            En cambio ¿Qué tenemos nosotros? Gente más preocupada en llegar al poder sin importar las formas. Ladrones de lo público, asesinos de la verdad, de la información y de las garantías sociales. Mentirosos de doble rasero y gente cuyo único fin es llenar bien los bolsillos a costa del trabajo de los demás. Lanzadores de responsabilidades arrojadizas y palabras envenenadas. ¿Y de verdad queremos darle más poder a esta calaña? ¿De verdad queremos una república gobernada por gente así? Yo desde luego que no. Y tacho de necios a todos aquellos que deseen ver aumentado el poder de esta gente aún más. Lo que este país necesita no es un rey, una reina o una república. Lo que este país necesita es un cambio de mentalidad. A veces volver sobre nuestros pasos y contemplar ejemplos pasados puede ser un buen modo de ver cuán perdidos estamos en el presente, y lo jodido que nos pinta en el futuro. Este país necesita gente incorruptible, gente humilde y sensata que no se le suba el poder a la cabeza. Gente con más frente que jeta para gobernar con cabeza y no bajo intereses propio, sino comunes. Gente valiente que se atreva a dar los pasos necesarios para cambiar esta situación, para reconducir las estrategias comunes a las necesidades de todos. A dejar a un lado favoritismos, amiguismos y familismos, que tanto se dan en la política actual. A tener en cuenta todas y cada una de las voces, a no discriminar ni tachar lo diferente o lo contrario a nuestras ideas. A dialogar respetando.

            Quizá, cuando llegué ese día, estemos preparados para afrontar una nueva república en este país. Mientras tanto... hay cosas más importantes de las que preocuparnos. 

sábado, junio 07, 2014

La caza


            El viento soplaba un día más entre los árboles del bosque como solo soplaba en aquella época del año: el otoño. El gélido aire de las primeras horas del día hacía que las hojas casi secas de los árboles crujieran, silbaran y susurraran dando más vida al bosque de lo que ya solía tenerla de por sí. Pues aquello estaba lleno de flora y fauna que vivía y habitaba con frecuencia aquellas tierras, en busca de la calidez y el confort que daba el bosque.  Pero aquella mañana era diferente. Algo en el viento se notaba... diferente. Un aroma extraño, suave, destilado, y casi imperceptible comenzaba a deambular por el bosque dando una sensación de intrusión no deseada en aquel santuario de paz. A simple vista no parecía que nada raro pasara por aquellas tierras. El sol iba ascendiendo en lo alto de las montañas, las aves comenzaban a levantar el vuelo en busca de presas y las criaturas del bosque empezaban sus ciclos de vida diurnos. Pero a cualquier criatura con un buen sentido del oído no era raro saber que había cambiado ese día en particular respecto a los otros. Las ramas caídas de los árboles, depositadas en el suelo al azar entre la cada vez menor maleza de aquél escenario natural, crujían y se rompían de una forma poco natural. De una forma que sólo un animal puede llegar a hacer: el ser humano. Entre los árboles y su vegetación se hallaban  varios hombres que vestían atuendos de camuflaje y se movían con sigilo, o al menos lo intentaban. Pero a pesar de sus aspectos rudos y sus equipos que denotaban profesionalidad, la forma de moverse por el entorno delataba que no eran más que cuatro aficionados que habían decidido ir a cazar allí. Se movían buscando de forma sistemática, buscando una presa. Por la forma de desplazarse, por la forma de buscar un rastro, de hablar entre murmullos y señas era de entender que aquello que buscaban ni debía de estar demasiado lejos. Olían el ambiente, miraban en troncos y ramas señales de algún indicio que les indicara que preciado trofeo andaba cerca. Que la pobre criatura había cometido algún error.
            El tiempo pasaba y el sol ya brillaba severo en lo más alto del cielo indicando a los habitantes del bosque que el mediodía había comenzado. La batida, cansada de una mañana de búsqueda infructuosa se dirigía hacia el bosque que dividía y nutría la foresta por la mitad. El explorador que iba adelantado se paró en seco e hizo un gesto brusco a sus compañeros. Los cazadores se pararon en seco y observaron allí dónde éste les indicaba. Cerca de la orilla del río, entre las aguas poco profundas del río se encontraban dos especímenes del animal que estaban buscando. Un macho y una hembra parecían beber y asearse en aquel tramo tranquilo del lecho fluvial. Tuvieron que contener los gestos de júbilo y regocijo conformándose a sonreírse entre ellos. Al final, el deseado momento había llegado. Uno de ellos levantó su rifle, apuntando a uno de los ejemplares. A estos animales se les podía distinguir su sexo a distancia, sabiendo que el que tuviera mayor pelaje solía ser el macho mientras que la hembra solía tener su pelaje más concentrado en zonas para usarlas de protección. La mirilla apuntó a la cabeza del macho. Por un momento, el bosque entero pareció detenerse. Durante un breve instante, ni los pájaros cantaban, ni los mosquitos zumbaban, ni los latidos de los tres hombres y el tirador parecieron escucharse. Hasta la respiración de los hombres y los animales pareció menguar durante ese breve periodo de tiempo en el cual el tirador apretaba el gatillo. Un momento de paz antes de que la explosión de la pólvora y su brutal estruendo sacara a todos del pequeño limbo donde se habían metido. Las aves en una hectárea a la redonda volaron presagiando la trágica estampa. El tiro había sido certero, la bala había entrado por el cráneo atravesándolo limpiamente, tiñendo el río del rojo de la sangre de la bestia. Los cazadores profirieron un grito de júbilo que ahogó el grito agónico de la otra presa al ver que su compañero había muerto. Ella fue rápida y salió corriendo, dejando que sus perseguidores maldijeran por su ineptitud.
            A partir de entonces fue todo muy precipitado. Los cazadores empezaron a seguir a la su presa, intentando no perderla de vista. Pronto la tupida maleza dejó a uno atrás mientras que el resto intentaba seguir las huellas y gotas de agua que iba dejando entre la maleza. Uno de los hombres se aventuró a realizar un par de tiros, probando fortuna desde la lejanía. Al cuarto tiro un sonido que clamaba dolor resonó entre las secas hojas de los árboles como si hubiera sido el lamento del cañón del rifle al disparar. Ahora ellos jugaban con ventaja. Ahora sabían que estaba herida. Sólo era cuestión de tiempo que sus fuerzas fueran manando de la herida cómo si fuera sangre. Sólo era cuestión de tiempo que se cansara de luchar, que se cansara de correr, de esconderse y se rindiera a sus perseguidores. Sólo era cuestión de tiempo.
            Pero el tiempo pasó rápido y no fue hasta casi la puesta del sol cuando los cazadores dieron con su presa. Peinaron gran parte del bosque buscando indicios de dónde se había escondido. De dónde había arrastrado su malherido cuerpo en busca de cobijo. Pero las manchas de sangre delataron su guarida. La falta de tacto para ocultarse, y el agotamiento extremo al que se había visto sometido hicieron que callera rendida en aquella madriguera entre las raíces de las grandes secuoyas. Los hombres encontraron al fin su presa, sonriendo y no dejando opción para la escapatoria. Uno de ellos sacó un teléfono móvil y comenzó a hablar:
            -Los hemos encontrado. Ella está herida y él se resistió y tuvimos que acabar con él. Sí señor. En seguida.

            Tras colgar el teléfono dio una señal a sus hombres y estos se abalanzaron sobre la mujer desnuda, herida e indefensa marcando en el bosque una historia más. Una historia sobre los animales que habitan este mundo cruel. Sobre cómo no hay piedad ni entre los seres de una misma especie. Al igual que las serpientes son capaces de comerse unas a otras, el hombre... es lobo del hombre. 

martes, marzo 25, 2014

Sólo soy un perdedor

                 Es lo primero que pienso cuando me paro a pensar seriamente sobre mí. Cada mañana me despierto de un mundo mejor del que estamos y miro mi reflejo viendo todas mis derrotas. Todos mis fracasos, todas mis decepciones. Todas aquellas cosas por las que luché, por las que creí que estaba obrando bien. Gente por la que aposté, gente por la que perdí. Me miro de arriba abajo, aún en ropa interior en el mejor de los casos y no logro verme el atractivo. Un tipo feucho, bajo, peludo, y lleno de cicatrices me devuelve la mirada y esa expresión triste en sus ojos. Esa expresión y esa cara que solo alguien acostumbrado a fracasar podría darte. Pero me fijo mejor. Cicatrices. Veo la gran cicatriz que atraviesa mi cuerpo, enroscándose en mi esternón, arañándolo una serpiente a una presa moribunda que espera su último aliento. Y no puedo otra cosa que sonreír. Pues esa cuándo veo eso no veo todo lo malo que he pasado. No recuerdo el dolor, la pena, la desesperación o la agonía que sólo la muerte es capaz de enseñarte. Veo un triunfo, una superación. Veo el trofeo de mi lucha constante contra la vida. Sigo avanzando, subiendo la mirada hasta darme cuenta que aquél tipo de alma triste ahora posé media sonrisa, mezcla de orgullo y arrogancia. Subo hasta aquellos ojos que cual pozos negros te hunden en la más absoluta negrura. A un abísmo de color ébano dónde podrían perderse hasta los más osados. Una sensación de profundidad, de desolación, de soledad recorre en ese momento mi espina dorsal hasta que veo algo. Una pequeña luz se entrevé al fondo. Un atisbo de un alma combativa se aparece, haciendo que aquello que era negro, ahora sea gris. Qué se torne de un color marrón oscuro que solo las cosas vivas pueden poseer. Y es que incluso en aquello que solemos ver cómo problema, muchas veces viene con una solución al lado que nuestros miedos no nos dejan ver. Observo su rostro. Cicatrices en la frente, de cuando era un crío y se calló de una verja de cabeza contra el suelo. Cicatrices en las muñecas, en el cuello, huellas imborrables de superación constante, de una lucha por un futuro mejor que el pasado que intenta dejar atrás. Y es imposible no volver la vista atrás y encontrarse con el dolor en su estado más puro. En la tristeza, en la desolación. En todas las cosas que el mundo guarda que son capaces de encoger de terror el alma de la persona más valiente. Pero la valentía sólo se demuestra cuando tenemos miedo. Cuándo estamos solos, perdidos y el instinto de supervivencia te sugiere renunciar, rendirte y correr. Huir de todo. Pero es sólo una trampa más que el mundo te pone para que fracases. Eso es sólo el engaño de aquello que parece insuperable, de que te has rendido antes de luchar. Por suerte yo no soy así. Hay una cosa que me caracteriza y quizá sea un poco absurda pero: Soy el guardián de las causas perdidas. Soy el luchador de todo aquello que parece imposible. Pues ya está bien de ver todo negro. Es cierto. Soy un perdedor. Me gusta sentirme solo, pues me siento arropado en la soledad. Sé que no soy el mejor en las cosas que hago. Qué hay mil tipos que hacen las cosas mejor que yo, con mejores oportunidades y esa pizca esencial de suerte que hace triunfar a las personas. Pero soy yo. Quizá sea sólo un hombre pero estoy dispuesto a revelarme contra la vida. Ese ser inconstante y permanente que nos lanza desafíos cada día. Qué nos humille, nos tortura, nos hace bulling cuando nosotros sólo queremos vivir tranquilos. Sí, puede que sea un perdedor, pero soy un perdedor que lucha. Qué se defiende de los abusos constantes que este mundo oscuro nos plantea cada día de nuestra vida. Y ya no sólo lucho por mí. No sólo lucho por el claro egoísmo que la raza humana me hace poseedor. Lucho por todos aquellos que un día apostaron por mí. Por aquellas personas que he decepcionado y decepcionaré. Por los que me quieren, por los que me apoyan y saben que sólo daré mi brazo a torcer cuando esté torcido y moribundo. Lucho por dar ejemplo de que se puede cambiar. Qué se puede luchar y conseguir cosas que a priorí parecían imposibles. Lucho con todo lo que tengo. Con toda la pasión, la fuerza. Con todo mi alma para superar cada adversidad que esta puta vida me pone a mi alrededor. Cada cicatriz, cada herida, cada marca que deja en mi piel mi existencia sólo me recuerda que aún no he ganado la guerra. Qué sólo soy un perdedor más en un mundo lleno de perdedores. Pero hay algo que la vida no sabe, ni se ha dado cuenta. Voy a seguir luchando hasta que mi alma expire. Hasta que mi cuerpo muera. Hasta mi último aliento. Pues, parafraseando al guión de una serie de televisión, esto no es más que la gran lucha entre la luz y la oscuridad. Cuándo elevamos la vista al cielo y vemos todo negro, nos damos cuenta que parece la oscuridad va ganando la batalla. Qué es imposible que la luz venza en ninguno de los casos. Pero si nos quedamos quietos, observando la oscuridad. Nos damos cuenta de que hay más estrellas en el cielo de las que pensábamos. Qué poco a poco el velo negro de la noche es un poco más colorido. Puede que esa lucha dure eternamente, pero a mi forma de ver, son las estrellas las que van ganando.

viernes, marzo 21, 2014

Feliz día de la poesía

              Pues sí amigos, hoy es el día internacional de la poesía y bueno, quiero rendir un homenaje con algo que he escrito para la ocasión. También deciros que la historia del detective Ironclaw se reanudará lo antes posible. Tuve un parón debido a una duda bastante grande sobre el camino a tomar en la parte final de la historia pero ya solucionadas mis dudas en cuanto tenga un poco de tiempo lo escribiré. Ahora os dejo con el poema. Disfrutar:

Balas de fuego, armas de plata;
Todo sirve para daros la lata.
El mundo agoniza, el hombre eterniza;
Nada queda más que cenizas.
Campos etereos, hombres de acero;
Todo es posible con el esmero.
Pero cuando todo enloquece, y desaparece;
La palabra se queda y permanece.

miércoles, marzo 19, 2014

Déjalo...

            Me echas de menos. Lo sabes. Todos estos años que pensabas que me habías vencido, que me habías desterrado de tu vida. Qué iluso fuiste. Iluso y osado. Había veces que pensaste que me habías absorbido. Qué me habías convertido en una parte de tu vida y que hasta podías permitirte el lujo de usarme a tu antojo y beneficio. ¿Me equivoco? Pero la realidad era diferente. Tendiste la mano a otra clase de personas. A otros sentimientos que poco a poco te fueron carcomiendo por dentro. Esa clase de sentimientos a los que ni tú ni yo estamos hechos. Y ahora... mírate. ¡Qué cosa más patética te has convertido! Intentas proteger a gente que dices que te importa sabiendo que jamás podrás protegerlos a todos. Qué no podrás ayudarlos. Qué llegará un momento que ellos mismo sean la causa de su propia destrucción. ¿Y sabes que harás? Te echarás en cara no haber sido mejor. No haber estado ahí para ellos cuando en verdad si estuviste. Te echarás en cara no ser un dios.
            Déjalos. Déjalo. Esa faceta tuya de héroe no va contigo. Jamás podrás protegerlos a todos. Jamás podrás aguantar que se te use a sabiendas de que eres usado. Sabes que en el fondo, no va contigo. Y has superado tu límite varias veces desde que me desterraste. En ese aspecto hasta estoy sorprendido de lo gilipollas que has podido ser. Me decepcionas, cómo has decepcionado a tanta gente que ha tenido el dudoso placer de conocerte. Pero aún así sigues ahí. Luchando a viento y marea. Capeando el temporal malherido, sangrante, y sólo aún estando rodeado de gente. Jamás encontrarás lo que buscas. Y a tu réplica actual. Jamás merecerá la pena. Déjalo. Tanto tú cómo yo sabemos que tienes la sombra de un pasado que se repetirá hasta acabar contigo. ¿Cuántas veces crees que podrás vencerlo? ¿Crees que puedes ganar una guerra de desgaste con el tiempo? ¿Acaso te has vuelto tan necio? Déjalo. Me deseas. Y lo sabes. Sé que quieres lo que te ofrezco. Sé cuál es tu precio y estoy dispuesto a superarlo. Pero ya sabes que quiero a cambio. Y lo quiero sin condiciones. Ya conseguiste derrotarme en el pasado y si vuelves a caer en mis brazos te lo pondré extremadamente difícil para que los abandones otra vez. Olvídate, sé que hiciste cosas imposibles en el pasado. Sé tus hazañas cómo si las hubiera hecho yo mismo pero es hora de que te rindas. Qué pienses con la razón y dejes de sacar fuerzas de ese músculo muerto que tienes tras tu caja torácica. No sirve. Es lo que nos hizo conocernos. Y es hora de que dejes de impulsarte por algo roto.

            Déjalo, y volvamos a ser uno. 

domingo, marzo 02, 2014

Que jodida es la vida...

Es jodido ser escritor, la verdad. O al menos sentirse como tal. No penséis que lo digo a modo de autocompasión, ni nada por el estilo. Simplemente es así. Nosotros tenemos la necesidad, de escribirlo todo, de expresarnos correctamente. Nos sentimos jodidamente impotentes cuando buscamos palabras para una sensación y no logramos captar al 100% esa sensación. Hay muchas cosas que hay que vivirlas para saber de que se hablan y esa es justamente una de nuestras desventajas: la vida. Porqué la vida es muy puta en la mayoría de las ocasiones. Nos arrastra, nos golpea, nos lleva por dónde ella quiere sin darnos explicaciones, muchas veces haciéndonos creer que en verdad somos dueños y señores de nuestro propio destino cuándo en realidad no es así. Nos hace amar, sentir, creer, ilusionarnos para que todo aquello por lo que un día luchábamos se vaya a la mierda. Se desvanezca más allá del tiempo y del espacio. Para separarnos de nuestras metas, para hundirnos y alejarnos de lo que alguna vez anhelábamos. Y creo que no hay nadie en este mundo que me pueda decir sin mentirme que estoy equivocado. Ahora imaginad que estáis pasando por uno de esos momentos en los que sientes demasiadas cosas de las cuales más de la mitad no desearías sentir. Qué estás anhelando algo de cariño, de afecto. Qué necesitas una mano amiga que te mienta diciendo que todo va a ir bien, que las cosas van a mejorar. Unos brazos que te ofrezcan confianza, que te consuelen y te hagan ver que aún dentro del pozo de roña en el que te encuentras, estás agarrado a una cuerda. Que la mierda que casi no te deja respirar no será el fin de tus días. Imaginad que en esos momentos en que apenas puedes ver y pensar con claridad, en que actúas por impulsos llevado por emociones demasiado intensas, tenéis la imperiosa necesidad de escribirlo. De dejar constancia de ello. De transcender. Te olvidas de todo, intentas distanciarte de todo aquello que se te está clavando en la piel y lo analizas. Lo condensas. Lo vuelves a sentir de una forma multiplicada para poder escribir exactamente lo que sientes. Para qué, cuándo otra persona, de forma furtiva o no, lea aquello que estás escribiendo sea capaz de ponerse en tu lugar. De sentir aquello que te impulsó a escribir eso. A transmitirlo con la misma pasión, la misma fuerza, el mismo dolor, rabia, amor, ira, impotencia desesperación... ¡LO QUÉ SEA! Que hizo que te sintieras así y asienta con la cabeza pensando... joder... le entiendo. Lo siento cómo mío. Qué sea capaz ya de eso es un trabajo duro de cojones. Por qué pensar, muchas veces no somos capaces de expresarnos, de hacernos entender con cosas cotidianas y sencillas. ¿Cómo hacemos para transmitir todas esas emociones? Es ahí donde reside la magia del escritor. Ese algo que nos hace diferentes. Porqué, con perdón, todo el mundo puede escribir bien si se lo propone. Nos enseñan para eso. Todos sabemos escribir bien, no cometer faltas, y todas esas cosas. Pero... ¿cuántas personas son capaces de hacernos sentir? ¿De acelerarnos el pulso con unas cuantas palabras? ¿De hacernos llorar con un réquiem o con un monólogo? ¿De enamorarnos con una poesía o con la letra de aquella nuestra canción? La respuesta la tienes en la punta de tu lengua. Aún así... no os recomiendo esta vida. Está llena de desilusiones, de amarguras, de sentimientos demasiado intensos y de momentos poco relevantes. De impotencias cuando quieres contar algo y el folio en blanco te vence la partida. De frustraciones cuando no ves que la inspiración quiera volver a fijarse en ti cada noche. De rabia cuando se te ocurre una gran idea y no tienes un sitio dónde apuntarla, o el empeño de seguir adelante con esa novela, ese libro, esa historia que antaño empañó los cristales de tu día a día. La vida de un escritor es bastante inestable, llena de trampas, de desilusiones, de esperanzas y de puertos que no llevan a ningún fin. En definitiva, es una vida muy puta porque en su gran mayoría, solo son el reflejo de lo que nuestra alma enturbiada esconde.

domingo, febrero 02, 2014

La teoría del odio


            Si no te has dado cuenta, vivimos en un mundo cruel. Un mundo injusto dónde debes joder para ser respetado. El miedo, la ira, la injusticia social reina allá donde vayamos como un astro en el cielo, duro, cruel, e insaciable. Muchos de los que leéis estas líneas estoy seguro que habéis sufrido hace poco. Habéis experimentado en primera persona las cosas que jamás creeríais que sucederían: seres queridos que os acaban de traicionar, personas amadas que dejan de sentir lo mismo que vosotros sentís, acontecimientos en la vida que os joden planes de futuro a los que lleváis aspirando toda la vida. Y estas desagradables experiencias suelen dejar un hueco inmenso en el alma. Algo que entristece nuestra propia existencia solo por el mero hecho de estar ahí. Algo que en muchas ocasiones te va carcomiendo nuestro interior hasta que sin darnos cuenta nos ha sumergido en eso que los médicos llaman depresión.
            Es comprensible intentar rellenar ese vacío con algo. Hay gente que lo puede rellenar de otras cosas. Personas que se hacen adictos a sus trabajos, sus estudios, a todo aquello que les evada de pensar que tienen algo ahí. Algo oscuro, inquebrantable. Algo ponzoñoso que tenemos clavado dentro. Y para muchos, el no pensar en ese agujero les sirve. Pueden seguir con sus vidas tranquilamente, cómo si eso que destroza su ser no existiera. Otras personas intentan rellenar el vació con aquello que ha generado esa rotura. Amor para el desamor. Confianza para la traición. En general, buscar más de lo mismo por si esta vez no sale tan malo. Quizá funcione, quizá no. Depende de la intensidad de lo perdido, del dolor de lo sufrido y de la aportación de aquello nuevo que hemos encontrado. No siempre sirve, pues puede que tu nueva pareja no te llene tanto cómo lo hacía la anterior. Puede que la persona que has depositado tu confianza no tenga el mismo privilegio que la persona que te traiciono. Estas son pues soluciones parciales muchas veces. Parches y tiritas para una herida que no suele cicatrizar.
            Pero hay algo infalible para solucionar todo eso. Algo que llena y reconforta tanto como aquello que se nos fue arrebatado. Ese algo es el odio. Esto puede malinterpretarse, pero déjame que termine. El odio es un sentimiento que puede ser considerado "malo" por todo lo que suele generar. Pero el odio, como cualquier otro sentimiento, puede ser controlado. Y más este odio que generamos de la nada para llenar esos vacios del alma. Al igual que las pilas, cada sentimiento tiene una parte positiva y otra negativa, y lo que suele provocar esas brechas en nuestro interior tienden a ser positivas. El odio es intenso, cálido. Nos hace hervir la sangre, nos reconforta el alma y nos deja obnubilados, apartándonos de los males y centrándonos en un solo objetivo. Condensa lo disperso, focaliza las cosas clave y lo más importante, destruye. Destruye ese clavo ardiente que nos perfora nuestras entrañas. Destruye los antiguos sentimientos que nos hacen daño. Destruye, y aquí está el riesgo. Es más fácil odiar que amar, es más fácil odiar que confiar. Lo difícil es dejar de hacerlo a tiempo, antes de que nos autodestruya convirtiéndose en obsesión. Es arriesgado sabiendo que puedes llegar a odiar eternamente a personas a las que amaste en el pasado pero si logras parar a tiempo. Si consigues darte cuenta que todo eso que estas generando, que el pus y la rabia del odio son solo cosa de tu imaginación, te sentirás reconfortado. La paz y la calma volverán a tu interior y por fin, podrás empezar de nuevo. 

martes, enero 21, 2014

La evolución humana

            La verdad es que las cosas no son como eran antes. Para bien o para mal el mundo cambia. Evoluciona dejando una estela de destrucción, caos y cambio a su paso. Pero... ¿Es eso malo? ¿Es malo seguir evolucionando?
            Mi opinión es que depende. Quizá sea la respuesta más fácil de todas pero es la verdad. Depende sobre todo si la evolución es controlada por nosotros, o nos controla dicha evolución. Pongamos por ejemplo la sociedad actual. Necesito ser optimista con la sociedad actual. Con las personas más jóvenes que yo que les ha tocado vivir esta época tan incierta en la que vivimos. Pero la verdad es que cuando veo a mi alrededor, es poco alentador lo que veo. Me parece ver que una mayoría tiene sueños, ilusiones, esperanzas por mejorar sus vidas. Soñadores atrapados por el cruel yugo que es la vida real. Es cierto que también hay personas que no sueñan, ni creen en nada, ni tienen ilusiones más allá del capitalismo más salvaje al que nos ha conducido la sociedad. Pero este mensaje no va dirigido a aquellos borregos dóciles. Sino a ti, que estás leyendo este mensaje y te sientes... y sientes. A secas. Que puedes sentir que estás de acuerdo, que puedes sentirte de malhumor porque te acabo de insultar o incluso a ti que estás confuso pues no sabes cómo sentirte. El mensaje va a todas aquellas personas que son capaces de soñar. Que tienen metas que piensan irreales en sus mentes y que no luchan cómo deberían por ellas. O directamente que no luchan.
            ¿Qué es el miedo? El miedo es aquello que nos hace fracasar. El miedo es la prudencia hacia lo desconocido. Es esa vocecita aguda que nos pilla en nuestra cabeza, no lo hagas, no te acerques, no. En general el miedo es lo que veo en la mayoría de vosotros. Miedo al fracaso. Miedo al rechazo. Miedo a vivir, a sentir, a dejarse llevar por las emociones, por sueños e ilusiones, por esperanzas. El miedo es uno de los mayores males de nuestra vida. Es aquello que nos impide arriesgarnos por las cosas o por las personas que queremos. Quizá no esté de malo preguntarnos... ¿Cuántas cosas hubieran salido si no hubiéramos tenido miedo? ¿Cuántas parejas ahora mismo tendrían una relación? ¿Cuántos premios nobel se hubieran cambiado porque alguien venció el miedo a estudiar aquello que quería pero que no se veía capaz? ¿Cuántas cosas que desconocemos hubieran salido de la mente de personas ahora anónimas porque superaron el miedo a hacerlas realidad? El mundo sería un lugar diferente si no hubiera un miedo. La gente lucharía por lo que querría y en la mayoría de esos casos saldrían ganando en la lid. Estoy convencido de ello.
            Pero no es el miedo el único de nuestros males. El egoísmo también lo es. No creo que esté mal ser un poco egoístas en esta vida. Pensar por lo que queremos, y luchar por ello sin importar las consecuencias. Eso está claro. Pero si está mal hacerlo sin tener en cuenta a las personas de nuestro alrededor. Está mal cuando pisas a alguien, lo humillas y lo hundes, para salirte con la tuya. La competitividad es sana cuando se juega con las mismas condiciones, sin rencores o tretas ocultas. Pero no suele ser así. Las mascaradas son hoy parte de nuestro día a día. Vamos a un sitio, con un grupo de personas y ponemos una faceta nuestra, inventada o no, pero son a pocas personas a las que se les muestra el conjunto. Los trozos enteros de nuestras máscaras hasta formar el yo que nos define. Y es que lectores, la sociedad actual es individualista a más no poder. Un ejemplo de ello son las fechas de las fiestas. Sobre todo la Navidad Cristiana. ¿Cuántas son las personas que vemos en esas fechas a las que no hemos sido capaces de llamar, enviar un mensaje para preocuparnos por ellos durante todo el año? ¿De verdad alguien va a creer que nos importan? ¿Qué les importamos una mierda? Y es que el individualismo egoísta de la sociedad es más visible en esos momentos, cuando por compromiso, quedas con alguien al que no quieres ver el resto del año. No hay que ayudar esperando algo a cambio, ni hay que hacer las cosas por esperar una recompensa. Debemos evitar hacer algo por la comunidad con el pretexto que la comunidad no hace nada por nosotros. Tampoco cuesta nada enviar un mensaje a esa persona que echas de menos de vez en cuando. Qué no tengas miedo de preocuparte por viejas amistades a las que el tiempo y la distancia jubilaron.
            Pero quizá nos hemos topado con otro de los pilares fundamentales del mal de nuestra sociedad: la sinceridad. Muchas personas hacen las cosas a regañadientes, con mala cara solo por el qué dirán. Porque están obligados a convivir con otras personas con las que no maridan, porque no se atreven a decir que no, a mandar a la mierda a aquellos seres humanos que son molestos. ¿Por qué cuesta tanto decir que no quieres hacer algo? ¿Por qué va a estar mal visto decir o expresar lo que se piensa? Si no soportas a alguien ¿Por qué esta mal decir, no me caes bien? Es otro de los fallos fundamentales de la sociedad, no ser sinceros. Sería todo tan sencillo si la gente fuera con la verdad por delante. Pienso que nuestras vidas mejorarían enormemente. Sabríamos que regalar en cumpleaños y fiestas. Evitaríamos perder el tiempo viendo películas que sabemos de antemano que no nos gustaran solo por ir a acompañado por personas con gustos diferentes a ti. Y podría seguir enumerando cosas que se mejorarían con la sinceridad. No digo todo esto porque tema la mentira, todo lo contrario. Por si aún no te has dado cuenta, querido lector, soy un escritor. Y cómo la mayoría de escritores fundamentamos nuestras historias en cosas que no son verdad, o cuya verdad está a medias. Creamos cosas de la nada, inventamos, damos vida, la arrebatamos, hacemos sufrir a personas por placer. Pero nos gusta. No tenemos que pedir perdón porque todo a lo que dañamos, todo lo creado, todo lo que estás leyendo ahora mismo, es una gran mentira. No obstante, la sinceridad es clave para mejorar la relación entre las personas. Las mentiras están bien, no duelen, muchas veces son invisibles a nuestros ojos pero no puedes actuar contra algo que no existe. Muchas verdades duelen, hacen daño, nos hacen tambalear los pilares de nuestro mundo interior haciendo peligrar gravemente nuestras vidas. Pero son reales, y aún no ha nacido problema que no podamos solucionar.

            Por este tipo de cosas digo que la evolución depende. ¿Quieres seguir evolucionando sin ser consciente de todo lo que pasa a tu alrededor, engañándote con mentiras, atemorizado por el miedo a soñar, absorbido por uno mundo social que solo te usará para mantener vivo un sistema? Adelante, eres libre de hacerlo. Yo por el contrario, sigo chapado a la antigua. Evoluciono a un ritmo diferente, anticuado, dónde los sueños van de la mano de mis acciones. Donde miro antes por los seres que quiero antes que por mí mismo. Una forma de evolución en la que digo lo que pienso sin esperar un comentario de aprobación, una palmadita en la espalda o el incentivo de una retribución económica.  

sábado, enero 04, 2014

Año nuevo...

...cosas viejas. Y efectivamente a veces cuando avanza el tiempo miramos hacia atrás y descubrimos cosas buenas. Y... eso me ha pasado a mi esta noche. Indagando por los baúles de los proyectos que se perdieron un día en mi memoria he rescatado algo que me ha parecido bastante motivante. En principio la historia estaba concebida para que fuera un cortometraje pero... releído y analizado me parece que tiene el potencial para hacer un libro bastante interesante. Trabajaré en él lo que me queda de vacaciones, y en el transcurso de ambos cuatrimestre, donde la magnifica gestión de la universidad nos vuelve a dar casi una quincena sin clase. Pero bueno.. ya se sabe lo que pasa con los propósitos de año nuevo.

De todas formas os pongo lo que escribí en el 2008, la sinopsis del que quizá sea mi siguiente libro:

"Helia, madre vampira de un poderoso clan de no muertos intenta expandir sus dominios a todo el planeta gracias a un artefacto mágico de la era de Cleopatra. Ese amuleto esta en posesión de Anja, una joven maga post-sovietica que impedirá por todos los medios que el amuleto caiga en manos vampíricas. Pero no esta sola, un misterioso cazarrecompensas la seguirá de cerca. ¿Cuál de ellos acabara por poseer la preciada gema y hacerse con el control del plantea?"