lunes, diciembre 24, 2012

Salvator Puppis o qué paso realmente el día del fin del mundo


                Efectivamente queridos lectores, se que alguno de ustedes aún se preguntan por qué no se cumplieron sus expectativas hacia el afamado fin del mundo. El día 21 de diciembre, día anunciado como final inexorable de todos nuestros males no fue sino un viernes como otro cualquiera. Seguimos yendo a trabajar, escuelas, trabajo, soportar a los mismos cretinos, atascos. En fin, la misma rutina de siempre.
                Tengo que confesaros una cosa amigos míos. Yo tuve la culpa de todo. Hay gente que culpa a los recortes del Gobierno que hicieron suspender la llegada del advenimiento. Otros culpan al efecto 2000 de la maquinaria extraterrestre invasora, que los retrasará unos cuantos siglos más, por el contrario hay gente más partidaria de Nostradamus que hasta que no vea a su Papa negro no piensa en un fin para todos. Da igual, todos se equivocan pues yo fui el responsable de tal calamidad.
                Todo comenzó la madrugada del 20 al 21. Había tenido un sueño inquieto cuya trama no viene a cuento. Necesitaba despejarme un poco antes de volver a la cama, así pues decidí ir a tomar un refrescante vaso de agua. Para todos aquellos que no hayáis tenido el placer de estar en mi morada. Mi habitación se comunica a un largo pasillo, y el pasillo comunica a otras habitaciones, entre ellas la cocina. Entre ellas hay varias puertas que comunican a otras cuantas habitaciones. Ya que todos tenemos un escenario, falta poner en marcha los hechos. Serían las 2 de la mañana cuando me levante inquieto y me dispuse a ir hacia la cocina, situada en uno de los extremos del ya mencionado pasillo cuando un hedor llamo mi atención. No vivo solo, y al ver la puerta del servicio con luz y medio abierta, decidí acercarme a hacer un comentario jocoso acerca de las malas tripas de la persona malafortunada que estuviera generando ese olor a puro azufre insoportable para el olfato.
                Cual fue mi sorpresa al entreabrir la puerta de no encontrarme con ninguno de los inquilinos de mi casa, sino con una cara conocida. En aquel momento que le miré, tenía la cara contraída del esfuerzo y los brazos apretándose las rodillas, haciendo fuerza. Era una situación cómica, si tenemos en cuenta su cara de de oveja y su musculado cuerpo rojizo. La cola en forma de saeta sobresalía de la taza del váter zigzageando suavemente, como intentando evadir aquel hedor que ni en los antiguos fumaderos de opio podría encontrarse.
                "-Pero... Pero... ¿Quién tenemos cagando en mi propiedad? Es el mismisimo Belcebubu- Dije con un tono jocoso, pues a pesar de que el holor estaba consiguiendo que no parara de parpadear, la situación graciosa era inegable.
                - Para ti Mr Lucifer, Jv- Dijo con su tono gutural, entrecortado por el esfuerzo."
                Observé la estancia, con un poco de detenimiento. Dentro de la ducha estaba su alargado tridente, que medía como dos yo, aproximadamente. Si no sabes cuánto mido, quizá te hayas equivocado de blog al que leer.  Sea como sea, no voy a seguir describiendo el tridente, ni la forma extraña en la que ocupaba mi bañera. Volví a mirarlo para observar que restos negros de ceniza estaban esparcidos por el suelo. No pude evitar refunfuñar pensando quien sería el guapo que le tocaría limpiar todo aquello.
                "-¿Y qué te trae por aquí? ¿Querías echarme algo más de mierda encima?- Comenté en el mismo tono, observando su reacción. Ante seres como estos, es mejor no perder un ápice de atención, pues tienen mucho a mentir cuando hablan y no es bueno fiarse de todo lo que dicen.
                -¿Acaso no te has enterado de que día es? Es el día del fin....-Se tuvo que callar pues acto seguido un sonoro plof, indicaba que el diablo tenía una cosa menos que preocuparse.
                -Si... si... algo he escuchado. ¿Eres tu el encargado de intentarnos matar?
                -De mataros, más bien- Belce, me miró de mala gana, dejando que una pequeña llamarada saliera de sus ojos y se difuminara en el aire, con brusquedad.- En cuanto termine empezaré por mataros a ti y a tu familia.
                -Ya claro... -Dije sin mucha fe. No era la primera vez que otros seres no mortales amenazaban con matarme, por lo que ya era completa rutina este tipo de amenazas. Preferí no preguntar la forma en la que exterminaría naciones enteras antes del amanecer, pues estaba claro que la respuesta la tenía debajo de la cola.
                -Eres un descarado... Hay gente que me teme, otra mucha me adora. Has visto como ganaba almas de adeptos con mis transacciones comerciales.- Dijo a forma de expliación, buscando papel para limpiarse. -No entiendo que te hace dudar de mi capacidad, o la de cualquier otro con mi poder. Escuche que tampoco aceptaste un trato del que es tres.
                -No acepto tratos en los que no saque partido claro sobre algo o alguien, cosa que también vosotros pensáis de la misma forma.- En ese momento me doy cuenta que no han repuesto el rollo de papel. Alguien, como es costumbre, se gastó el rollo de papel y no fue capaz de molestarse en cambiarlo. Tuve que ocultar mi sonrisa y el posterior carcajeo, pues no convenía reirse de los "invitados".
                -Tráeme un rollo, vamos.- Inquirió Bubu con un tono más amenazante de lo normal.
                -Na, yo iba a la cocina, los rollos de papel no me pillan de camino. Lo siento pero...-No pude terminar la frase pues de los labios de la Bestia salió una oferta.
                -Traeló y negociaremos. -Dijo atusándose la perilla de chivo con delicadeza. Fue algo extraño pues parecía no darse cuenta que estaba en mi servicio, con los pantalones bajados, atusándose la barba como si aún conservara algo de dignidad.
                -Para negociar hay que tener algo con lo que negociar. Y ya sabes que no dispones de lo que quiero. Así pues... -Otra vez fui interceptado por la voz grave del señor del abismo, imperiosa y demandante.
                -Te concederé lo que pidas que esté a mi mano, pero tráeme ya un jodido rollo- Dijo resoplando, impaciente.
                -No dispones ahora en tu mano un rollo- Dije a modo de broma, pero al ver la expresión de la Bestia decidí ir a por el rollo. Parecía que a pesar de su fama, era un tipo de buen estar, elegante y limpio, a pesar de ser medio cabra. Cosa extraña, pero yo no era quien para juzgar a un ente como él. Llegue y jugué con el rollo entre mis manos, para mirarle y decirle firmemente. - Detén el fin del mundo.
                -Eso es imposible mortal. Lleva programado muchos eones, y debo cumplir mi comentido. -Dijo cruzándose de brazos.
                -Es eso, o tener el culo manchado. Tu piénsalo. ¿Qué es más importante un poco de mala reputación por no cumplir un encargo, o la mala fama y las risas de no haberte limpiado el culo? A mí me da igual, puedes matar a todos los débiles que quieras con el culo manchado de mierda, pero quizá cuando vuelvas a casa, no te haga tanta gracia separarte los pelillos del pompis de la mierda de la caca.
                - Pero... -El diablo pensó y tras un tiempo discurriendo, soltó un sonido extraño que solo los cabraparlantes hubieran podido descifrar, pero por la expresión de la cara era claramente algo que no le gustaba al señor del infierno. - Esta bien, no os mataré, sucios y apestosos humanos. A fin de cuenta, vuestra avaricia y codicida, sumado a vuestras ansias de poder acabará por autodestruiros  a todos.
                -Toma y calla -Le dije con la esperanza que parasé de hablar. "
                Y tras una gran cortina de humo y polvo, y una risa inquietante en una frecuencia auditiva poco audible, se marchó de mi vista, dejándome el mal olor metido en las narices y en mi pequeño cuarto de baño. Suspiré abriendo la ventana para ventilar aquello. Me tapé la nariz para mirar, como pequeñas bolitas marrones aún estaban dentro del wc. Maldije la estampa de aquella criatura vil. Se había vengado de aquella forma ruin de mi.
                Y tras tirar de la cadena, me di cuenta de que... os había salvado el culo a todos.