Efectivamente
queridos lectores, se que alguno de ustedes aún se preguntan por qué no se
cumplieron sus expectativas hacia el afamado fin del mundo. El día 21 de
diciembre, día anunciado como final inexorable de todos nuestros males no fue sino
un viernes como otro cualquiera. Seguimos yendo a trabajar, escuelas, trabajo,
soportar a los mismos cretinos, atascos. En fin, la misma rutina de siempre.
Tengo
que confesaros una cosa amigos míos. Yo tuve la culpa de todo. Hay gente que
culpa a los recortes del Gobierno que hicieron suspender la llegada del
advenimiento. Otros culpan al efecto 2000 de la maquinaria extraterrestre
invasora, que los retrasará unos cuantos siglos más, por el contrario hay gente
más partidaria de Nostradamus que hasta que no vea a su Papa negro no piensa en
un fin para todos. Da igual, todos se equivocan pues yo fui el responsable de
tal calamidad.
Todo
comenzó la madrugada del 20 al 21. Había tenido un sueño inquieto cuya trama no
viene a cuento. Necesitaba despejarme un poco antes de volver a la cama, así
pues decidí ir a tomar un refrescante vaso de agua. Para todos aquellos que no hayáis
tenido el placer de estar en mi morada. Mi habitación se comunica a un largo
pasillo, y el pasillo comunica a otras habitaciones, entre ellas la cocina. Entre
ellas hay varias puertas que comunican a otras cuantas habitaciones. Ya que
todos tenemos un escenario, falta poner en marcha los hechos. Serían las 2 de
la mañana cuando me levante inquieto y me dispuse a ir hacia la cocina, situada
en uno de los extremos del ya mencionado pasillo cuando un hedor llamo mi
atención. No vivo solo, y al ver la puerta del servicio con luz y medio abierta,
decidí acercarme a hacer un comentario jocoso acerca de las malas tripas de la
persona malafortunada que estuviera generando ese olor a puro azufre insoportable
para el olfato.
Cual
fue mi sorpresa al entreabrir la puerta de no encontrarme con ninguno de los
inquilinos de mi casa, sino con una cara conocida. En aquel momento que le
miré, tenía la cara contraída del esfuerzo y los brazos apretándose las
rodillas, haciendo fuerza. Era una situación cómica, si tenemos en cuenta su
cara de de oveja y su musculado cuerpo rojizo. La cola en forma de saeta sobresalía
de la taza del váter zigzageando suavemente, como intentando evadir aquel hedor
que ni en los antiguos fumaderos de opio podría encontrarse.
"-Pero... Pero... ¿Quién tenemos cagando en mi
propiedad? Es el mismisimo Belcebubu- Dije con un tono jocoso, pues a pesar
de que el holor estaba consiguiendo que no parara de parpadear, la situación
graciosa era inegable.
- Para ti Mr Lucifer, Jv- Dijo con su tono
gutural, entrecortado por el esfuerzo."
Observé
la estancia, con un poco de detenimiento. Dentro de la ducha estaba su alargado
tridente, que medía como dos yo, aproximadamente. Si no sabes cuánto mido,
quizá te hayas equivocado de blog al que leer. Sea como sea, no voy a seguir describiendo el
tridente, ni la forma extraña en la que ocupaba mi bañera. Volví a mirarlo para
observar que restos negros de ceniza estaban esparcidos por el suelo. No pude
evitar refunfuñar pensando quien sería el guapo que le tocaría limpiar todo
aquello.
"-¿Y qué te trae por aquí? ¿Querías
echarme algo más de mierda encima?- Comenté en el mismo tono, observando su
reacción. Ante seres como estos, es mejor no perder un ápice de atención, pues
tienen mucho a mentir cuando hablan y no es bueno fiarse de todo lo que dicen.
-¿Acaso no te has enterado de que día es? Es
el día del fin....-Se tuvo que callar pues acto seguido un sonoro plof,
indicaba que el diablo tenía una cosa menos que preocuparse.
-Si... si... algo he escuchado. ¿Eres tu el
encargado de intentarnos matar?
-De mataros, más bien- Belce, me miró de
mala gana, dejando que una pequeña llamarada saliera de sus ojos y se
difuminara en el aire, con brusquedad.- En
cuanto termine empezaré por mataros a ti y a tu familia.
-Ya claro... -Dije sin mucha
fe. No era la primera vez que otros seres no mortales amenazaban con matarme, por
lo que ya era completa rutina este tipo de amenazas. Preferí no preguntar la
forma en la que exterminaría naciones enteras antes del amanecer, pues estaba
claro que la respuesta la tenía debajo de la cola.
-Eres un descarado... Hay gente que me teme,
otra mucha me adora. Has visto como ganaba almas de adeptos con mis
transacciones comerciales.- Dijo a forma de expliación, buscando papel para
limpiarse. -No entiendo que te hace dudar
de mi capacidad, o la de cualquier otro con mi poder. Escuche que tampoco
aceptaste un trato del que es tres.
-No acepto tratos en los que no saque partido
claro sobre algo o alguien, cosa que también vosotros pensáis de la misma
forma.- En ese momento me doy cuenta que no han repuesto el rollo de papel.
Alguien, como es costumbre, se gastó el rollo de papel y no fue capaz de
molestarse en cambiarlo. Tuve que ocultar mi sonrisa y el posterior carcajeo,
pues no convenía reirse de los "invitados".
-Tráeme un rollo, vamos.- Inquirió Bubu
con un tono más amenazante de lo normal.
-Na, yo iba a la cocina, los rollos de papel
no me pillan de camino. Lo siento pero...-No pude terminar la frase pues de
los labios de la Bestia salió una oferta.
-Traeló y negociaremos. -Dijo atusándose
la perilla de chivo con delicadeza. Fue algo extraño pues parecía no darse
cuenta que estaba en mi servicio, con los pantalones bajados, atusándose la
barba como si aún conservara algo de dignidad.
-Para negociar hay que tener algo con lo que
negociar. Y ya sabes que no dispones de lo que quiero. Así pues... -Otra
vez fui interceptado por la voz grave del señor del abismo, imperiosa y
demandante.
-Te concederé lo que pidas que esté a mi
mano, pero tráeme ya un jodido rollo- Dijo resoplando, impaciente.
-No dispones ahora en tu mano un rollo-
Dije a modo de broma, pero al ver la expresión de la Bestia decidí ir a por el
rollo. Parecía que a pesar de su fama, era un tipo de buen estar, elegante y
limpio, a pesar de ser medio cabra. Cosa extraña, pero yo no era quien para
juzgar a un ente como él. Llegue y jugué con el rollo entre mis manos, para
mirarle y decirle firmemente. - Detén el
fin del mundo.
-Eso es imposible mortal. Lleva programado
muchos eones, y debo cumplir mi comentido. -Dijo cruzándose de brazos.
-Es eso, o tener el culo manchado. Tu piénsalo.
¿Qué es más importante un poco de mala reputación por no cumplir un encargo, o
la mala fama y las risas de no haberte limpiado el culo? A mí me da igual,
puedes matar a todos los débiles que quieras con el culo manchado de mierda,
pero quizá cuando vuelvas a casa, no te haga tanta gracia separarte los
pelillos del pompis de la mierda de la caca.
- Pero... -El diablo pensó y tras un
tiempo discurriendo, soltó un sonido extraño que solo los cabraparlantes
hubieran podido descifrar, pero por la expresión de la cara era claramente algo
que no le gustaba al señor del infierno. - Esta
bien, no os mataré, sucios y apestosos humanos. A fin de cuenta, vuestra
avaricia y codicida, sumado a vuestras ansias de poder acabará por
autodestruiros a todos.
-Toma y calla -Le dije con
la esperanza que parasé de hablar. "
Y tras
una gran cortina de humo y polvo, y una risa inquietante en una frecuencia
auditiva poco audible, se marchó de mi vista, dejándome el mal olor metido en
las narices y en mi pequeño cuarto de baño. Suspiré abriendo la ventana para
ventilar aquello. Me tapé la nariz para mirar, como pequeñas bolitas marrones
aún estaban dentro del wc. Maldije la estampa de aquella criatura vil. Se había
vengado de aquella forma ruin de mi.
Y tras
tirar de la cadena, me di cuenta de que... os había salvado el culo a todos.