jueves, julio 15, 2021

Egoismo por bandera

 

 

            La sociedad de este lustro no para de sorprenderme. Intento pensar en que llegará un punto en que no me pille por sorpresa, pero una y otra vez la sociedad en la cual convivo y a la cual he estudiado sigue sorprendiéndome una y otra vez. Y es que, para más inri querido lector, antes de escribir esto he esperado unos días… qué digo… incluso semanas antes de volcar mi opinión sobre lo que está demostrando el pueblo español. Pero bueno, como toda buena historia, empecemos por el principio.

            Llegaba a nuestros noticieros la información de que grupos de chavales, que habían acabado los estudios, se habían ido a Mallorca a pasarlo bien. De viaje de “estudios”, ya me entendéis. Está gente, de entre 17 y 20 años, como era de esperar, se saltó cualquier restricción sanitaria por el mismo sitio donde me protegen mis calzoncillos. Estos pobres chavales, viven en un mundo mágico, alternativo y paralelo donde no existe un virus mortal, que lleva matadas a más de 80.000 personas solo en nuestro país. Sin contar por supuesto, las muertes indirectas de toda esta situación, como los suicidios, el repunte de casos de violencia de género, etc. Todos hemos sido jóvenes, es cierto. Por eso era esperable que las fiestas masivas, el haber dado rienda suelta a esta gente haya traído como consecuencia que eso haya originado un grupo fuerte de contagios. No pasa nada. Les dejamos 15 días más en un hotel de cuatro estrellas con sus amigos, y que pasen así la cuarentena para que no contagien a sus familiares ni pongan en peligro a los demás.

            Lo normal hubiera sido, que yo, siendo responsable de la situación que he generado, porque tengo la capacidad de elegir y he elegido irme a un viaje donde se que me voy a desmadrar sin ningún tipo de supervisión, escoja la opción de alargar mi estancia de vacaciones y seguir con los protocolos con los cuales me he sonado los mocos los días anteriores. Bien, pues no, empiezo a dar por culo diciendo que estoy encerrado, que me tienen preso bajo mi voluntad a pesar de llevar año y medio siguiendo, en principio, dichos protocolos de sanidad. Esta historia hubiera terminado aquí, si se les hubiera obviado cual rabieta de niño pequeño que estaba sucediendo.

            Los medios de comunicación lo magnifican, como habitualmente cualquier noticia de mierda que carece de un valor informativo real. Y no sólo eso, sino que los padres se ponen a favor de sus hijos, llegando incluso a desobedecer y denunciar a la sanidad pública por sus medidas. Cual es mi sorpresa que la justicia da la razón a los padres, diciendo que el tecnicismo exacto por el cual les tienen en cuarentena no ha sido debidamente expresado. Para dos días después, la misma jueza que dicto la sentencia, dijera que quizá se equivocó con el fallo de la sentencia. Vamos a ver, su señoría, creo que todos somos lo suficientemente maduros, adultos e inteligentes para saber ver el contexto de las cosas, y obviar que los tecnicismos quizá no sean los puramente ortodoxos. Dicho de otra forma, si digo que eres gilipollas, probablemente no estoy aludiendo a que tienes una enfermedad en tus cromosomas, puesto que, con buen criterio, no resaltaría una dolorosa verdad.

            Le sigue una escalada de impunidad y absurdo que, de estar en un juego, habríamos muertos todos por paradoja. Macrofiestas y botellones multitudinarios se suceden por todo el país. Las fiestas sin control proliferan más que las setas en otoño. Obviamente el número de casos asciende, pero ante una situación absurda, la respuesta es igual de absurda: la policía, mirando como la gente bebe y genera bulla. No sé a vosotros, pero en mis tiempos, como me pillasen haciendo botellón a palos me molían, y luego en casa, me esperaba los hermanos zapatilla y cinturón. A todo esto, la impunidad sigue en aumento. Enfrentamientos con la policía, casos y más casos de violencia empiezan a diseminarse cual polen en primavera, y es que aquí no se queda la cosa.

            La situación se recrudece. No, no hablo de lo obvio que es el virus y la pandemia en este país. Un virus más grave que esta en lo más profundo de nuestra sociedad comienza a emerger. Los casos de estúpidos y estupideces empiezan a no hacer gracia. Alentados por los fallos a favor de lo absurdo, se empiezan a denunciar cosas y se empiezan a poner cosas a favor. Como declarar inconstitucional, el estado de alarma gracias al cual, se paró el crecimiento exponencial de la primera pandemia del siglo XXI. Porque claro, señores de la ultraderecha, los cuales son partidarios de volver a sacar al antiguo dictador de la tumba y ponerlo a gobernar, consideran que un confinamiento a estas alturas del cuento es antidemocrático, inconstitucional y dictatorial. Vaya… que casualidad. La gente que estaba alentando el odio y la insubordinación los meses anteriores les parece que eso esta fuera de la ley. Nueva sorpresa, por los pelos, el tribunal le da la razón pues recorta libertades fundamentales. A falta de que se haga pública la resolución, y viendo que vuelve a ser un tema de tecnicismos solamente, digo yo. ¿Dónde ha quedado el sentido común? ¿Lo hemos matado a base de ahogarnos en nuestras propias libertades individuales?

            La cosa no acaba ahí. Siguen los episodios absurdos por los cuales me indignan a la par que me preocupan. Y es que la violencia empieza a tomar una escalada fuerte pero sutil, cebándose con ciertos colectivos. Las palizas y asesinatos de varios homosexuales no parece remover ni conmover a una parte de la sociedad. No sólo eso, sino que además tenemos que ver ciertos episodios de lacra humana tomar voz en ciertos asuntos entre risas, para generar más violencia todavía. Un famosos TikToker que, aunque yo ni nadie que conozca sepa de que cloaca ha salido pero cuya cuenta tiene más de 20 millones de seguidores, dice entre risa, que su objetivo en la vida, es dejar embaraza a alguna muchacha. El pobre está muy preocupado, porque siempre se corre dentro, y como les dice que ha mentido a sus compañeras sexuales diciendo que se ha castrado, no tiene mayor consecuencia. Ains, pobre criatura del inframundo. Qué quiere tener descendencia y no es capaz. No sé si es consciente de que el esperma, transmite la información genética de cada uno de nosotros. Si eres lo suficientemente gilipollas para decir y pensar semejantes barbaridades, es normal que tus pequeñines no sepan ni como salir de tus testículos.

            La sociedad me tiene fascinado. Me acuerdo al principio de todo este absurdo, toda esa gente que salía a aplaudir a las 8 de la tarde en nuestro país y gritaba desde sus balcones: “Saldremos más fuertes y mejores de esto” “Vamos a sacar lo mejor de nosotros, ya lo veréis”. Yo me reía, previendo una situación parecida a la actual. He de confesar que tenía más fe y el escenario no era tan crudo como este, pero aún así, me jode bastante volver a tener razón. Esperaba más humanidad, más sentido de grupo, más compasión y bondad. Pero no. La sociedad ha cogido lo “mejor” de si mismo y se lo ha tatuado en la frente. Ha cogido el egoísmo por bandera y va liderando al pueblo, en esta nueva revolución que es salir de una pandemia mundial. Parece que nos hemos olvidado de vivir, de intentar hacerlo lo mejor posible. Parece que nos hemos vuelto alimañas, sedientas de poder saciar nuestro propio ego y vicios personales a costa de los demás, porque parece que nos hemos olvidado que no se trata de sobrevivir. Nos hemos olvidado que tenemos que pensar más allá del día a día, que tenemos un planeta que salvar de nosotros mismo, que esto consiste en un viaje a largo plazo, que hay cosas más allá de nuestros propios ombligos. Nos hemos vuelto monstruos, carentes de toda humanidad, solo siguiendo el impulso del individualismo egocentrista que parece definirnos. Todos reunidos bajo la bandera del egoísmo. ¿Habrá gente dispuesta a oponerse a este nuevo enemigo que hemos engendrado? ¿Seremos capaces de recuperar la coherencia y enarbolar de nuevo la bandera de la humanidad?

viernes, abril 02, 2021

Pandemia de Sociedad

 

 

            Hemos pasado y vivido situaciones extraordinarias en los últimos años. Ya no extraordinarias de magnificas, sino en el significado más puro de la palabra. De ser algo inaudito para todos nosotros. Las crisis económicas… bueno, iba a decir que van y vienen, pero cuando estas en constante crisis acaba siendo, normalidad.

            Y ya no solo crisis a nivel económico, si no a un nivel moral, existencial, emocional e incluso, como sociedad. Con esto de enfrentarnos a una pandemia mundial, muchos se pensaban que aflorarían los instintos más puros del ser humano: bondad, solidaridad, ecuanimidad… pero nada más lejos de la realidad. Somos una sociedad que hemos pasado de dar palmas en apoyo de la gente que lucha contra una sociedad, a aplaudir el discurso de populismos malsanos que solo buscan el enfrentamiento en la sociedad. Y es que, querido lector, aunque queramos negar este hecho, como diría aquel filosofo inglés, el hombre es lobo para el hombre.

            Una frase que como siempre, deja mal parada a la bestia animal. Qué en ningún momento mata indiscriminadamente a los de su género por dinero, ni que maltrata a aquel miembro de su manada al que le juró su amor. Tampoco abandona a los miembros más débiles en residencias para dejarlos morir; los individuos más fuertes de la especie lupina se colocan al principio y al final, para poder guiar mejor a los suyos. Lo cual es hasta gracioso y nos hace pensar, ¿por qué no somos capaces de enfrentarnos a nosotros mismos?

            La sociedad ha tenido, por no decir que está teniendo, en su conjunto, una prueba excelente para demostrar su voluntad de prosperar. Para pensar en el colectivo y no en la individualidad. Como individuos hemos tenido una época para estar con nosotros mismos. Un confinamiento duro y estricto donde poder meditar y conocernos mejor, poder llegar a sacar lo mejor de uno mismo y hacer frente a nuestros demonios internos. ¿Cuánta gente ha aprovechado realmente este tiempo? Un tiempo que, si nos paramos a pensar, ha sido… regalado. Ya no solo por todos los beneficios ecológicos que hayamos podido hacer al medioambiente, si no en nuestro modo de vida. Trabajamos por dinero. Invertimos nuestro tiempo para conseguirlo y cuando lo conseguimos, pagamos por ahorrarnos tiempo y lo invertimos en él. ¿Qué ha podido pasar para que no se vea como algo bueno ese parón? Puede que el capitalismo y la sociedad, tan apegado a algo tan inmaterial como necesario que es el dinero en nuestras vidas, no haya podido ver más allá.

            Pero como sociedad tampoco hemos dado un avance fuerte por mejorar nuestras condiciones. La gente es más pobre, en todos los aspectos. Tiene menos derechos y se mercadea con la salud y el bienestar como si de un producto baladí fuera. Mucho aplaudir, mucho decirnos que de esta saldremos más fuertes, pero en cuanto hemos podido nos hemos lanzado al cuello de nuestros semejantes para poder vivir más cómodamente. Y es que solo hay que ver los abusos que hay, si uno es capaz de no cerrar los ojos. Por ejemplo, en el reparto de vacunas. Una pandemia mundial, que, de forma egoísta, nos interesa controlar en todo el mundo, independientemente de su nivel económico, no estamos sabiendo hacerlo bien. Primero, los ricos, y aunque pudiera parecer que entre los países ricos se prioriza a las personas más vulnerables, si tienes el suficiente poder, dinero o influencia, puedes saltar por encima de quien haga falta. ¿Es esto la nueva normalidad de la que han estado tanto hablando, o simplemente es un reflejo de lo que ya había en la sociedad?

            Ricos haciéndose más ricos, los pobres siendo más pobres. Parece la misma mierda de siempre, solo que ahora no tiene que ocultarse con corruptelas, o campañas de desinformación. Ahora está justificado. Ahora que ha encontrado una buena excusa para salir a sacar pecho, no hay vergüenza y al parecer tampoco consecuencia. Ahora, nos justificamos las injusticias de muchas formas, nuestros malos actos por un malestar que parece ajeno a todos los demás.

            Y esto, ¿hacia donde nos llevará? ¿Estamos viviendo el colapso de nuestra civilización o simplemente es que la verdadera pandemia es nuestra sociedad? No lo sé, y si te soy sincero, querido lector, prefiero no pensar en ello. Viendo que la sociedad en su conjunto es un ente inútil, que el ser humano cada vez me repugna más, solo puedo apelar a la responsabilidad individual. Algo que debería ser lógico pero hay que agradecer en estos tiempos que corren. Yo, por mi parte, seguiré luchando por un mundo que me parezca más justo, por ser la mejor versión de mi mismo. Porque, al final, se educa con el ejemplo, y de poco sirve decir las cosas si no van acompañadas de actos que lo demuestren.

viernes, noviembre 20, 2020

Jorge y el dragón

 

            Volvió a sonar aquel rugido atronador que estremeció a toda alma viviente en la ciudad. La sombra del dragón volvió a colarse una vez más por las ventanas de los habitantes de la ciudad como el negro presagio de la muerte que pronto llamaría a sus puertas.

            Los caballeros se organizaban como podían en torno a las almenaras de la ciudad para hacer frente a la amenaza carmesí, mientras intentaban gestionar el caos que había inundado la ciudad. Las familias salían disparadas de sus casas, presas del pánico, los animales corrían alejándose de las llamas y mientras los nobles, atrincherándose en sus grandes mansiones alejando de forma cruenta a todo aquel que osara intentar buscar cobijo allí.

            El líder de la guardia gestionaba como podía todo aquel caos, sin perder los nervios. La ciudad disponía de pocos medios y desde luego, ninguno para dragones. Hacía tiempo que su profesión no era la más apetecible por los jovencitos de la ciudad, que preferían otras cosas más seguras que la de ser un guerrero. En parte les entendía perfectamente, pero eso les dejaba a ellos, la guardia de la ciudad, con muy pocos efectivos.

            De su ensimismamiento le sacó el estruendo de los cascos de unos caballos dirigirse hacia sus hombres y el rugido ensordecedor de la bestia alada. Parecía que tenían una oportunidad, el draco se había posado en tierra a las afueras de la ciudad. Se colocó el casco, montó sobre Rocinante y salió a las afueras seguido de los pocos jinetes que aún quedaban vivos.

            Fuera, hecho un ovillo, se encontraba el dragón rojo. Parecía tranquilo, a unos 800 metros de allí. Con pequeños golpes de su cola, levantaba una polvareda de un lado a otro que empezaba a cubrirlo. Parecía distraído, la oportunidad perfecta para él. Con un gesto de la mano en la que portaba el escudo, pidió a su gente que se apartara, midió el golpe, calculó la carrera y empezaron a trotar. Rocinante tenía fijado su objetivo, y él, poco a poco empezó a levantar la lanza, para asestar el golpe mortal. La tensión se sentía en el aire, pues de aquel momento dependían muchas vidas, mientras que la bestia, ensimismada con el bamboleo de su cola, no prestaba atención al insignificante jinete que se le aproximaba.

    ¡Basta! ¡No sigas! ¡No quiero verlo! —

    ¿Qué ocurre Jorge? ¿No quieres saber como acaba la historia? —

El niño, con la almohada tapándole el rostro negó vehemente con la cabeza mientras su madre le miraba con una sonrisa dulce. Cerró el libro y lo colocó en su mesilla de noche.

    No quiero que acabe así. No me gusta. ­ —

    ¿Y cómo quieres que acabe? ­—

    Con un final feliz. —

    No sabes si es un final feliz, no acabaste de escuchar la historia. —

    Quiero que se hagan amigos. Quiero que vivan felices. —

La madre de Jorge sonrió y asintió. Le dio un beso de buenas noches y le susurro de forma dulce “y así será”. Se levantó de la cama de su hijo, apagó la luz y se fue, sabiendo que su hijo, jamás mataría a un dragón.