Llevo un tiempo pensando sobre este tema y es que
realmente me molesta que los fantasmas del pasado se acicalen y parezcan
atractivos espejismos. Soy fiel partidario de preservar la historia tal cual,
sin tintes positivistas. Sé que el tiempo puede ocultar, maquillar, trastocar o
incluso cambiar recuerdos de hechos pasados.
Quisiera
ser justo con el tiempo pasado, con la historia o los hechos acaecidos. Dicen
que el tiempo pasado fue mejor pero como bien dice ese refrán, ya es pasado y
no merece la pena mis desvelos, ni mi tiempo. No soy un museo, ni me dedico a
desenterrar el pasado. Tampoco tengo conocimientos para formar parte de los
cazafantasmas.
Quizá esto me pasa por no
ser tan fuerte como para ser inmune a la melancolía, o quizá sea mi parte de
escritor-poeta, pero me fastidia sobremanera sufrir de estos males. Porque no
suelen ser justos con los hechos, porque alteran la realidad adornándola a voluntad
de los sentimientos del afectado. Y no hay nada peor para cualquier escritor
que alguien o algo modifique la historia que con tanto esmero has creado y dado
forma. Puede que la vida no sea perfecta, y no debe serlo. Grandes obras de la
literatura nos advierten de que la perfección suele conllevar un mal oculto o
una sensación de no estar en un mundo correcto. Personalmente veo hermosa la
imperfección. Cada herida, cada defecto, cada grieta o muesca cuenta una
historia, algo por lo que se pasó y forjó lo que uno es ahora. Aunque quizá este
tema de para hablar en otra entrada aparte.
Volviendo al tema, yo por
ejemplo no puedo odiar a las personas que he amado. Y es una putada pues son
esas personas las que han sido capaces de dañarme de tal manera que casi me
destruyen. Algunas veces de forma premeditada y a sabiendas de dónde debían
cortar para maximizar el daño ¿No sería más lógico dejarse llevar por el odio,
el rencor, o la rabia? ¿Por qué la balanza siempre se inclina a favor de la
causa ajena? ¿Por qué los sentimientos positivos imperan ante los negativos? No
es justo. Definitivamente no lo es. No se es justa a la historia, no se hace
justicia a las heridas ni a la sangre perdida. No hay virtud en reflejar un
hecho distorsionado solo para que parezca hermoso. Los fallos, los errores, los
aciertos y las bondades, todo eso que puede reflejar una herida y que nos
recuerda algo que no deberíamos olvidar. Toda esa piel rasgada, ese corazón hendido
o esa mente destrozada. Todo ello es hermoso. No necesita ser adornado. No
necesita ser distorsionado y cambiado. Debemos aprender a convivir con todo
aquello que nos ha formado como persona. Y quizá ahora no nos guste como somos,
pero somos seres dinámicos, podemos alcanzar aquello que creemos el ideal.
Ya basta de engaños vanos
de nuestra mente, paremos el cambio que hace los sentimientos al recuerdo. Porque,
aunque el fantasma se vista de seda, fantasma se queda. ¿Cómo vamos a poder
aprender de nuestros errores si los modificamos según las circunstancias? ¿Cómo
vamos a ser conscientes de que es realidad y que es sueño si no paramos de
malear lo único que se salva al paso inexorable del olvido? Soy humano. Tengo
virtudes, muchos defectos, y sé que igual que la cagué en el pasado la cagaré
en el futuro. Pero no por ello tengo miedo a seguir avanzando. No necesito que
se me maquille la realidad, ni el pasado. Sé que tuve aciertos, y no quiero que
se me descuenten de mi marcador. También sé que volveré a anotarme nuevos. Pero
así soy yo. Con mis virtudes y mis defectos. Soy la persona que actualmente
escribe estas líneas porque he pasado por todas aquellas historias que un día
formaron las cicatrices de mi alma. Y mientras me quede espacio seguirá
habiendo espacio para nuevas de ellas. No necesito que nadie pinte sobre mi o
mi recuerdo una historia diferente pues ya, por sí sola habla mi mente.