jueves, enero 29, 2015

El capitán del barco

                Es hora de que pongamos las cosas claras entre tú y yo. Pensé que cuando viniste, te comportarías como una persona adulta y responsable. Como alguien con dos dedos de frente que no paga con ponzoña el cariño y la amistad que se le brinda, pero esto se acabó. Se acabó quedarse de manos cruzadas, se acabó el tragar, se acabó la amabilidad excesiva o el dar sin recibir nada a cambio. Todo eso que lo has visto como natural, se acabó. Todos esos privilegios, todas esas cosas que apreciabas, han de terminarse.
                Y es que te crees mejor que yo. Una persona más inteligente, más lista, más capaz. Infalible, eficaz, fuerte y poderosa, pero... te equivocas al pensar que estoy por debajo de ti. Te han fallado tus maravillosos cálculos, te han fallado las matemáticas, la ciencia y la lógica que has aplicado al caso. Has errado, me has subestimado y te prometo que te haré pagar el error. Si has llegado hasta dónde estás, si tienes todo lo que has conseguido, es porque yo lo he consentido. Porque te he dejado creer, inocente criatura, que podías superarme. Te he dejado que te aprovecharas de mi amabilidad, de mi bondad y de mi cariño. Pues todo lo que tienes, todo lo que has cosechado todo este tiempo, lo tienes gracias a mí. Porque antes, sin mí, no hubieras avanzado tanto. No hubieras conseguido la mitad de lo que ahora tienes. Pero las cosas van y vienen, y lo que tan fácilmente te has ganado, tan fácilmente desaparecen. Ya lo decía Maquiavelo, lo fácil no es conquistar, sino conservar lo conquistado. Y debo decirte que... sigo vivo.
                Te equivocaste. Pensaste que podías alcanzar las estrellas del cielo. Pensaste que podrías estar a su altura pero fuiste una persona tan estúpida como para no ver que esas estrellas que tan accesibles se te mostraban sólo eran el reflejo en un charco de agua. Pensaste que el lobo que te acompañaba manso cada paso, jamás podría torcerse en tu contra. Tú, osaste a despertar a un dragón dormido. Es hora de aclararte las cosas y recordarte lo que ambos ya sabíamos. Eres quien eres y estás dónde estás porque así lo he deseado.
                Pero se acabó el insultarme en la cara. Se terminó el tiempo en el que te diriges a mí, dándome consejos, como si fueras una especie de gurú de la ética y la moral. El tiempo en el que te creías alguien, el tiempo en el que pensaste que tenías el control de la nave, se acabó. Te voy a recordar quién está al mando aquí. Te recordaré lo que valgo, lo que has obviado y desde luego, te voy a hacer ver todas aquellas cosas que no has sabido ver durante todo este tiempo. Ya es hora que vuelva a ser el capitán del barco, y acabe con tu pequeño motín de poca monta. Te recordaré lo que es el miedo. El miedo de temer algo que es más fuerte, más listo que tú. Te recordaré todas aquellas voces que sonaban en tu cabeza y que has obviado. Voces que te advertían del peligro que suponía tocarle las narices a alguien como yo. Voces que te decían que yo no era la clase de persona con la que uno debería meterse.
                Soy mejor que tú. En lo bueno y en lo malo. Más amable, más agradable, más entregado. Pero también soy más cruel, más abyecto y muchísimo más egoísta. Soy luz y oscuridad, soy los extremos de la polaridad, soy aquello que amas pero que puedes llegar a odiar. Así que... te sugiero por tu bien que desaparezcas. Huyas lo más rápido que puedan correr tus piernas. Vete con temor de la sombra que puede destruirte. Márchate con el viento a tu espalda de la más terrible de las tempestades. Desvanécete de mi vida. Puedes quedarte, no te voy a negar eso. Puedes quedarte y seguir siendo uno más dentro de esta pequeña embarcación que navega por las aguas de la vida. Quédate pero recuerda tu sitio. Recuerda tu lugar y escucha a las voces de tu cabeza que te advierten del peligro. Pues la próxima vez que te interpongas en mi camino. Te juro que te destruiré de la peor y más cruenta forma que se me ocurra. Y ambos sabemos que tengo una imaginación asombrosa.

                Ahora toca reparar el barco que tu y los tuyos habéis dañado.  Es necesario hacer una pausa para ver si todo lo que me importa dentro de él sigue intacto. Si hay que sanar o remendar lo que tu avaricia ha estropeado. Es tiempo de enjatimar todo y poner un rumbo nuevo. Declarar nuevas metas y volver a la senda que tú, en tu orgullo, hiciste perder. Es hora de volver a ponernos en marcha. Es hora de volver a ser quien éramos. 

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