lunes, octubre 13, 2014

En la oscuridad

            Sólo en ciertas ocasiones somos conscientes de la oscuridad absurda que nos rodea. Nos atrapa y arrastra, nos golpea contra muchas cosas que ni si quiera vemos venir: No sabemos cuando seremos presa de nuestros miedos, cuando nos abordaran nuestras inquietudes, fantasías, inseguridades, sueños... ni tampoco cuando daremos rienda suelta a nuestras pasiones más profundas. Estamos tan ciegos que casi siempre ni vemos venir los golpes que nos da la vida.
           Y es que en este mar de oscuridad estamos solos. Solos y a la deriva, intentando buscar las pequeñas luces que nuestros faros individuales proyectan: sueños, esperanzas, planes de futuro... buscamos una isla del tesoro, aquella tierra prometida que sólo se encuentra en lo más profundo de nuestra mente, sin darnos cuenta que avanzamos sin rumbo fijo. Sin dirección, a merced del viento, a voluntad de las mareas y confiando en que el bote que intentamos gobernar pero del cual depende nuestra vida. Vivimos en un mar salvaje, confuso, donde nos cuesta distinguir el norte del sur, donde las noches sin estrellas gobiernan sobre nuestras cabezas y el tiempo, enrarecido nos engaña como espejismos en el desierto.
          Es en medio de todo este caos que nosotros, ilusos y ciegos ante la verdad, nos creemos con poder de decisión de nuestros actos, de nuestra vida. Apenas somos señores de nuestras acciones, presas muchas veces por pasiones y sentimientos ocultos de nuestro lado animal, que nos creemos tan altivos como para predecir el rumbo de nuestra vida. Somos tan arrogantes que creamos el concepto del tiempo, que pensamos que la vida gira entorno al espacio en el que nos movemos, y al tiempo que creamos. Cuándo la realidad, es bien distinta.
         Y es que no nos damos cuenta que estamos solos. Completamente solos rodeados de oscuridad. Sumergidos en un mar del que pensamos que podemos nadar. Vemos a nuestro alrededor, y a pesar de haber otros como nosotros, nos sentimos solos, abandonados a la deriva, obligados a cooperar siendo presas de nuestro egoísmo, del afán del hombre por dominar y destruir todo aquello que lo rodea, incluido a sus propios hermanos.En verdad no nos damos cuenta que el entorno es hostil de por sí. Que ya se encarga de destruirnos, que no necesitamos pelearnos entre nosotros para acabar con nuestra existencia. Pero quizá debiera ser el entorno el que debería darse cuenta que no debe ponernos demasiadas pruebas, a fin de cuenta somos presas de nuestra propia existencia. Y es así como seguimos remando en busca de algo que no existe más allá de nuestra propia imaginación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario