miércoles, febrero 29, 2012

El amarillo se lleva por aqui

Acabo de llegar a Londries y como no tenía ni idea del idioma, ni poseía dinero de aquella exótica región, decidí empezar a andar sin rumbo. La gente era extraña y me miraba con recelo. Extraña pues todos parecían pálidos, con su pelo amarillo y sus ojos azulados; miradas con recelo es una cosa más normal: todo el mundo odia a los Mulquianos y ya no me sorprendo que me pasen estas cosas.

Tras andar durante 30 minutos por la ciudad, una lujosa limusina se para ante mí, ofreciéndome trabajo a cambio de dinero, una pensión completa y estudios para formarme en el idioma. Casi se me escapa una lagrimita al escucharlo, ya que allí en Mulquia, solo he trabajado en el desagradecido trabajo de rodador de quesos. Para aquellos que no conozcan que es ser rodador de quesos os diré que es una tradición milenaria en la que, una vez echa la masa del queso, hay que trasladarlo por el desierto rodando hasta que tenga su forma originaria.

Desde luego, esta región si que promete. Aún recuerdo la desafortunada bienvenida que tuve en Salamandria. Nada más llegar, tras salir de la estación de autobuses, una panda de 3 jóvenes se me acerca pidiendo dinero. Al llevarse mi negativa empiezan a pegarme sin venir a cuento, hasta que otro chico, bajito y moreno vino a espantarlos de allí. Le di las gracias, y le pregunte su nombre. Me respondió que se llamaba Yeimis y que de gracias nada, que ahora mi alma le pertenecía. De esta forma descubrí la mala ostia que se gastan los Salamandrinos y la poca hospitalidad que tienen con la gente de fuera, en especial los Mulquianos. Acabe haciéndome amigo de Yeimis y su clan mafioso, si es que algún salamandrino sabe lo que significa realmente que es el término amistad, pero bueno, de todo se aprende.

Y aquí estoy, viajando en limusina, escuchando a una señora rubia, ojos azules, de mediana edad hablándome en un idioma que no comprendo mucho y llevándome a su casa, ¿Qué será del pobre de mi?

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