Tiempo
ha pasado, desde que me diste de lado
Pero aún tu aroma no me he quitado.
Y los recuerdos, rapaces, destrozan mi mente,
bajo mi mirada atenta, cual cómplice silencioso que
mira y consiente.
Pues son estos momentos los únicos en los que puedo
devolverte a mi vida,
Porque aún que ya no estés, sigues presente.
Me miro al espejo, bajo el prisma de la desnudez de un
niño
Y contemplo las heridas que me has dejado,
junto con las otras que el amor me ha brindado.
Toco impaciente esa cicatriz, tu cicatriz,
la muesca de
que una vez fui tuyo, de que te lo di todo pero que no fue suficiente.
Pues jamás supiste que es lo que querías, porqué me
consumías.
Aparto los dedos temblorosos y observo mi cuerpo
magullado,
Lleno de todas esas heridas de haber dado demasiado.
Siento el frío de tu ausencia, del fantasma del amor
que se antoja escurridizo,
Cubriendo mis huesos y mi piel, entrando hasta el
último pasadizo.
Conozco esa sensación. No es algo nuevo.
Te vuelvo a mirar una vez más, tan hermosa, tan fría,
Antes de apartarme del espejo del recuerdo, y seguir
hacia delante
A seguir librando las batallas, que solo un loco
soñador se atrevería,
Por el amor, lo único que una guerra valdría.
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