domingo, enero 17, 2016

Tufillos de ayer



La vida normal es aburrida. Sí, lo sé. Eso de madrugar, coger el metro, ir a trabajar y toda esa mierda que suele hacer la gente simple es un verdadero coñazo. No nos engañemos. Yo una vez fui así. Normal. Pero entonces pasó aquel incidente. Aún hoy en día no se sabe muy bien como ocurrió, ni las circunstancias por las cuales nos encontramos en esta situación pero solo los perdedores piensan en el pasado y sus derrotas. Hay que mirar al futuro. Siempre.
            Algunos dicen que fue la radiación de una central nuclear cercana. Otros se atreven a llamarlo evolución. Profecías, señales, elegidos… muchos se alzaron poseedores de la verdad. Patrañas. Una forma graciosa de pasar el tiempo y reírse del pasado. La cuestión es que algo cambió en la ciudad. Se empezaron a ver poderes. Gente que hasta entonces había sido normal comenzó a hacer cosas extraordinarias. Y no hablo de las mierdas esas que te llevan a ganar algún premio de cerebrito. No, no. Digo cosas que harían temblar a cualquier gobierno con dos dedos de frente. Gente lanzando bolas de fuego, atravesando paredes, congelando edificios enteros pero también había gente que no tenía cosas tan molonas. Hubo gente que su mayor logro fue desarrollar branquias, poder doblar las piernas y girarlas a modo de rueda o ladrar comunicándose así con los perros. Pero a los perros no suele gustarle que un humano hable a ladridos.
            Muchas cosas han ido pasando desde entonces y la vida de personas normales también fue cambiando al convivir con la gente cambiada. La mía fue una de esas vidas. Antes de todo tenía un trabajo normal, vivía con mi pareja y mi madre conservaba su lengua humana. Pero al tiempo de pasar aquello todo cambió. Un día volviendo del trabajo mi chica fue víctima de un cambiado. Un cambiado cuyo poder, su única y especial habilidad era la de apestar. Apestar como una puta mofeta gigante. El olor hizo que mi chica se desmayara y no pudiera defenderse. En cuanto me enteré entré en cólera. ¡Cómo para no joder! ¡Una puta mofeta gigante había abusado de mi chica! Fui a por individuo tan repelente y cuando di con él… me pasó lo mismo que a ella. No pude sentarme en un par de días. Es algo que me lleno de odio y rabia. Entrené desde aquello, dejé el trabajo y me dediqué a machacarme en el gimnasio para poder vencer al agresor anal.
            Al cabo de unos meses me veía listo. Había dejado a un lado a la familia, amigos, la novia y el curro, pero me veía listo para dar con esa escoria cambiada y darle el baño de ostias que se merecía. Le busqué en los sitios más asquerosos, esta vez llevaba una máscara y un caramelito que da buen sabor de boca. Cuando lo encontré no pude creerme la escena que me encontré. El jodido hombre mofeta se estaba dando el lote con mi chica. ¡A plena luz del día! Debajo de aquel puente cerca del vertedero. No pude partirte la cara. La quería demasiado. No delante de mi churri. Ella me explico que desde entonces sólo podía pensar en el hombre mofeta, que se había enamorado de su olor y su forma sucia de amar. Sólo podía quitarme del medio.
            Mi sangre me hervía, necesitaba desfogarme. Así que comencé a darle palizas a todo cambiado que veía. Fue un día largo que casi me lleva al hospital. Pero aprendí gracias a un anuncio de la tele que pusieron mientras me recuperaba: La potencia sin control no sirve de nada. Me hice una página web y me puse a trabajar por encargos. Ganaba dinero dando caza a los cambiados. Curioso, ¿Verdad? Lo que no te mata te vuelve más extraño.

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